Escuchar la amorosa voz de su madre diciéndole que se encontraba a su lado y que nunca más la dejaría sola, le devolvió la vida a María Alejandra Porras Fernández, pues minutos antes un médico les había dicho a sus seres queridos que a ella le quedaban pocas horas de vida.
Ese milagro ocurrió hace 16 años, cuando María Alejandra tenía apenas 11 años y se encontraba en una camilla de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Nacional de Niños, luchando por su vida tras sufrir un terrible accidente de tránsito, en el que dos de sus seres queridos fallecieron.
“Dice mi mamá que cuando ella me habló la máquina de signos empezó a reaccionar, entonces yo cuento esto como algo que para mí es inspirador, que 16 años después todavía me conmueve y hace que el corazón se me arrugue, porque es muestra del poder de Dios y de que el amor de una madre puede mover tanto, porque recuerdo esa voz que me dijo: Mi amor, quédese, Alejandra, viva”.
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Porras logró escapar de las garras de la muerte, pero el accidente le dejó secuelas muy graves, pues los médicos le dieron la triste noticia de que no volvería a caminar, un duro golpe para una niña que amaba correr y jugar con sus amigos.
Pese a esa difícil situación, María Alejandra no se dejó vencer por la adversidad y actualmente, a sus 27 años, es todo un ejemplo de lucha y superación, pues con mucho esmero ha alcanzado muchas metas como ser una profesional y manejar su propio carro.
“No ha sido fácil, porque uno a veces no quiere ni levantarse de la cama, pero hay que hacerlo, porque no sabemos quién nos está viendo y esa siempre ha sido mi inspiración, el creer que alguien más me ve y puedo inspirarlo a salir adelante”.
Camión causó tragedia
La vida de María Alejandra cambió para siempre el domingo 30 de diciembre del 2007, cuando ella y su familia salieron de San Carlos, en un carro y una buseta, con rumbo a Pérez Zeledón, donde iban a celebrar juntos el fin e inicio de año.
La tragedia tuvo como escenario el cerro de La Muerte, específicamente el kilómetro 70, pues en ese punto un tráiler se salió de control, al parecer, por una falla en los frenos, y se fue directamente contra los vehículos en los que viajaba la familia.
“Mí tío iba en un carro adelante y nosotros atrás en una buseta, éramos nueve personas en la buseta. Mi tío sí logró quitarse del camión y al ver por el retrovisor le dijo a su esposa: ‘Gorda, ese camión no va a agarrar la vuelta, se va a volcar’, y dicho y hecho, en la vuelta el camión se volcó y prensó la buseta”, contó Porras.
María Alejandra dijo que todo eso lo sabe porque su tío se lo contó, pues al momento del accidente ella iba dormida, lo que de cierta manera agradece, pues piensa que así evitó quedar traumada por ese terrible hecho.
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“La puerta de atrás se abrió, yo iba acostada sin cinturón, entonces en el impacto salí expulsada, rodé como por 20 metros y quedé inconsciente. Producto del accidente se me abrió el abdomen, se me desprendió el bazo, tuve quemaduras por fricción en las piernas, mi columna se quebró en dos partes y se me prensó la médula”.
Su cuñado Roy Núñez Castro, de 34 años y su primo Gualberto Fernández Miranda, de 14, lamentablemente perdieron la vida.
María Alejandra fue llevada en ambulancia al hospital Max Peralta, en Cartago, y de ahí la trasladaron en helicóptero al Hospital Nacional de Niños, según ella, muchos pensaban que no iba a llegar con vida.
Promesa la despertó
María Alejandra recordó que para el momento del accidente, su mamá, doña Neiby Fernández, se encontraba en Estados Unidos, país al que se fue para buscar un futuro mejor para ella y sus hermanos, por lo que tenía aproximadamente un año y dos meses de no verla.
“Cuenta mi mamá que cuando le avisaron del accidente ella se vino inmediatamente al día siguiente, llegó al Hospital Nacional de Niños a las 10 p. m. del 31 de diciembre. Mi mamá dice que había mucha gente y no se explicaba por qué, pues en Cuidados Intensivos el acceso era limitado, pero fue porque un doctor dijo que dejaran entrar a cualquier persona, porque yo no iba a amanecer”.
Según contó doña Neiby a su hija, cuando ella se acercó a la máquina que registraba los latidos de su corazón esta apenas reaccionaba, por lo que lo primero que acató a hacer fue tomar las manos de María Alejandra para pedirle que la perdonara y decirle que nunca más se separaría de ella.
“Yo quedé inconsciente y no sé cuánto tiempo había pasado, estaba como en un panorama negro, pero este empezó a ponerse blanco, como que había una luz y empecé a escuchar la voz de mi mamá que me decía: ‘Alejandra, aquí estoy, mi amor, perdóneme, le prometo que no me voy a volver a ir’, y en ese panorama turbio, en mis adentros yo me decía: ‘Que raro, ¿por qué estoy escuchando a mi mamá?, si se supone que ella estaba en Estados Unidos”.
Tras ese encuentro con su madre, María Alejandra recobró la conciencia, pero cuenta que luego sufrió lagunazos mentales y durante seis días pasó durmiéndose y despertándose en varias ocasiones, hasta que al décimo día la desentubaron.
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Noticias muy duras
Un momento que marcó un antes y un después en la vida de María Alejandra ocurrió aproximadamente un mes después del accidente, precisamente a los pocos días de que fue operada de la columna.
“Ese día llegaron varios doctores e hicieron como una vuelta redonda a la cama en la que estaba, llegó el sicólogo, llegó mi mamá y me tomó la mano. Los doctores empezaron a dar el diagnóstico, yo sabía que algo estaba mal, porque una de las doctoras lloraba como una Magdalena, aun así demostré que yo era fuerte y que esas lágrimas de la doctora más bien me estaban dando fuerza y fue cuando me dijeron que había un 95% de probabilidad de que no pudiera caminar de nuevo”.
María Alejandra recordó que en ese momento lloró, pero no fue un llanto tan desconsolado como el que se podía esperar. Esas lágrimas finalmente salieron cuando recibió una noticia que le partió el corazón en dos.
“Ese mismo día me dijeron de que mi cuñado y mi primo habían muerto en el accidente y aunque usted no lo crea me dolió mucho más eso, lloré mucho más por ellos, me costó más asimilar eso que el diagnóstico, porque sabía que ya no iba a verlos ni abrazarlos”, destacó.
Mamá inseparable
Aunque ese terrible accidente le quitó la posibilidad de caminar de nuevo, María Alejandra explicó que ese hecho también le devolvió algo muy preciado para ella.
“Ese accidente prácticamente me devolvió a mi mamá, porque tenía como un año y dos meses de no verla, no poder abrazarla, y ahora puedo hacerlo todos los días, entonces de eso malo salió algo bueno para mí”, destacó Porras.
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Aunque han pasado 16 años desde que ocurrió el accidente, Porras dijo que todavía continúa en un proceso, en el cual a veces le faltan las fuerzas, pero ella siempre encuentra fortaleza en su mamá y el amor de Dios.
“Sé que después de todo esto la recompensa va a ser muy grande, entonces ahí voy, a veces me caigo y mi mamá es la que me levanta, creo que a pesar de todo, aunque tenga dolor, molestia o no entienda muy bien las cosas, trató de ser optimista y andar sonriente, porque si Dios me dio una segunda oportunidad es para eso, o incluso para algo más grande que estoy en proceso de descifrar”.
Una luchadora
Durante los últimos 16 años, María Alejandra se ha convertido en un verdadero ejemplo de lucha y superación, pues ningún obstáculo ha impedido que cumpla muchos de sus sueños, como sacar un bachillerato universitario en Administración de Empresas con énfasis en banca y finanzas y gerencia.
“Para mí esto siempre ha sido solo un diagnóstico, algo que es cierto, pero nada más, nunca me he aferrado a una silla de ruedas, siempre me he aferrado a que existe algo más, a que puedo dar una milla más. Mis piernas no podrán funcionar, pero mi mente sí, mis manos sí, y si algo no funciona tengo muchas cosas que lo compensan”.