El 9 de mayo del 2019 una noticia muy triste sacudió al país.
Aquel día supimos que un niño de 5 años que había muerto en una casa de Sabanilla de Alajuela presentaba desnutrición severa, moretes, heridas y aparentes quemadas.
Luego supimos que se llamaba José Rodrigo Marroquín Alas y que en su corta vida había pasado por un calvario por el que lo llevaron quienes se suponía que debían cuidarlo y darle amor: sus papás.
La madre, Wendy Marroquín Alas, de 24 años y su padrastro, Sahir Pérez Flores, de 27 años, fueron declarados responsables de un delito de homicidio calificado y otro delito de tenencia de material pornográfico este miércoles 24 de febrero.
Los jueces del Tribunal Penal de Alajuela informaron que el castigo de cárcel que cada uno recibirá se dará a conocer en otra audiencia el 3 de marzo porque la defensa había solicitado que el debate se dividiera en dos partes.
La pareja, que es salvadoreña, no es la única parte que se señala como responsable por la muerte del menorcito. El Patronato Nacional de la Infancia también tuvo su cuota porque se demostró que falló a la hora de atender el caso.
Pese a la gravedad de lo sucedido, el PANI no despidió a ninguna de las funcionarias involucradas, únicamente las sancionó y hoy siguen trabajando en la institución.
Una extensa pesadilla
La dolorosa historia de José Rodrigo tuvo su triste final en nuestro país, pero la pesadilla que le causaron se inició a mediados del 2018 en Apulo, un municipio de Ilopango, en el departamento de San Salvador, cuando su mamá conoció a Pérez Flores.
Antes de que eso ocurriera el chiquito vivía feliz junto a sus abuelitos, pero como la familia de su madre no aprobaba la relación de ella con Pérez, principalmente por el carácter violento del hombre, la mujer decidió irse a vivir con él y llevarse al niño.
Los parientes de Marroquín empezaron a sospechar que el chiquito estaba siendo agredido un día que la visitaron y vieron que el niño renqueaba. Varios días después volvieron a verlo y notaron que no mejoraba.
Al pequeño lo llevaron donde un quiropráctico, quien les dijo a sus seres queridos que, al parecer, tenía quebrado el fémur y entonces decidieron llevarlo a un hospital. Allí la única que entró al consultorio con el chiquito fue Marroquín y al salir dijo que José Rodrigo estaba bien, que no había nada de qué preocuparse.
Pero era mentira. Durante el juicio en su contra, el padrastro confesó que en aquel momento el chiquito tenía la piernita quebrada y que el responsable había sido él.
“Como ser humano y pecador que soy, aceptó que fui yo quien le provocó eso (lesión en la pierna). Ella (Marroquín) con anterioridad ese mismo día lo había castigado, no recuerdo por qué, lo tenía de rodillas y le pagaba con un chilillo, y al llegar yo a la casa me dijo que se había portado mal y que seguía de burro y en ese momento no sé qué me pasó, me encendí y yo fui el que lo agredí”, dijo Pérez a los jueces.
Escape a Costa Rica
Pocos días después José Rodrigo le contó a una tía que sus papás le pegaban y que ya no quería vivir con ellos.
La familia denunció a la pareja ante el Consejo Nacional de la Niñez de El Salvador y la Fiscalía General.
Al ser notificados de la situación Marroquín y Pérez decidieron dejar El Salvador y en setiembre del 2018 viajaron a Costa Rica y pidieron que les dejaran entrar como refugiados porque eran perseguidos por la Mara Salvatrucha.
Las autoridades ticas nunca se refirieron a esta situación o al estudio que supuestamente se hizo para comprobar si decían la verdad. Informaron que los expedientes de los refugiados son privados.
De esa forma fue que la familia llegó a vivir al barrio Los Ángeles, en Sabanilla de Alajuela.
PANI despistado
El sábado 4 de mayo de 2019 un psicólogo de una organización que visitó el barrio Los Ángeles para ayudar a familias vulnerables denunció al 9-1-1 las aparentes agresiones contra el chiquito... pero la información ingresó al PANI el lunes 6 porque la oficina de Alajuela no trabajaba los fines de semana.
Patricia Vega, entonces presidenta del PANI, dijo en aquel momento que la denuncia se clasificó como prioridad 1, lo que significaba que debía atenderse en menos de 24 horas, algo que jamás pasó.
“La denuncia es atendida el 8 (de mayo) en la tarde. La funcionaria va al lugar y con la dirección que consta que pusieron ese sábado no encuentra la casa”, dijo Vega.
Vega dijo que la trabajadora del PANI preguntó por la casa del chiquito en varias viviendas, en una pulpería y en una escuela y como nadie le dio razón, regresó a la oficina.
A las 6:10 de la mañana del día siguiente José Rodrigo falleció en la casa. Los cruzrojistas que habían ido a atender la llamada no lograron sacarlo del paro cardiorrespiratorio.
Walter Espinoza, director del OIJ, reveló que según la autopsia el niño murió debido a una hemorragia intestinal provocada por golpes.
Además presentaba desnutrición severa. pérdida del cabello, moretes y raspones en todo el cuerpo, una herida en el labio superior y cicatrices que habrían sido provocadas por quemaduras. Descubrieron también lesiones antiguas en una pierna (la que López le quebró) y en las costillas.
Castigo de mentiras
La falta de eficiencia demostrada por el PANI al no poder dar con la casa del niño fue y es vista como algo imperdonable.
El 9 de mayo, la persona que había puesto la denuncia por maltrato, dijo a un medio de comunicación que habían especificado la dirección, habían dicho el tipo de malla, la alameda y hasta se apoyaron en Google maps para que fuera más precisa.
“Tenían todo para actuar”, añadió. Pero el PANI no lo hizo.
La Teja le consultó al Patronato qué ocurrió con las funcionarias que fallaron en su trabajo y respondió que abrió dos procesos disciplinarios contra seis trabajadoras y que la sanción más fuerte fue para una de apellido Barrantes, quien fue suspendida seis días sin goce de salario.
A otra funcionaria de apellido Carranza la suspendieron tres días sin goce de salario; dos apellidadas Flores y Lozano solo recibieron una llamada de atención por escrito.
Una funcionaria de apellido Soto se salvó de una sanción ya que su caso se archivó porque ella se acogió a la pensión al momento de la investigación.
La sexta funcionaria, de apellido Mora, no recibió ninguna sanción pues --según el PANI-- “no se acreditó la existencia de la falta”.
Las cinco mujeres todavía son funcionarias del PANI y trabajan en oficinas locales y en la Dirección Regional de Alajuela.
Sin sospechosos
Aunque el Patronato ya identificó y sancionó a las funcionarias responsables, el Ministerio Público informó que la investigación penal contra la institución avanza, pero de momento sin ningún sospechoso.
“El caso corresponde al expediente 20-001410-0305-PE, en el que se investiga el presunto delito de incumplimiento de deberes. En la actualidad, la causa se tramita contra ignorado, es decir, de momento no hay personas imputadas individualizadas”, informó la Fiscalía.
Esta situación puede sonar contradictoria, pues el PANI ya le habría hecho la tarea a la Fiscalía porque tiene identificadas a las personas relacionadas con el caso, pero todo tiene una explicación y así lo señaló Ewald Acuña, abogado penal y exjuez de la República.
“Aunque la investigación del PANI es de carácter administrativo, evidentemente señala responsabilidades personales, lo que es fundamental para la investigación de la Fiscalía. Probablemente la Fiscalía todavía está recuperando elementos probatorios antes de llamar a las personas que resulten eventualmente imputadas en esa investigación”, detalló Acuña.
Una cruz para siempre
Uno de los hechos más recientes en la triste muerte de José Rodrígo ocurrió el martes 16 de febrero, cuando el padrastro del chiquito aceptó su responsabilidad en las agresiones contra el niño.
En el juicio en su contra dijo: “Hay un vacío en mi corazón, no me explico cómo llegaron a pasar todas las cosas, no hay un día en el que no me reproche cómo llegamos a esto. Públicamente quiero pedir perdón, quiero pedir disculpas a todos esos padres y madres que han tenido la oportunidad de criar a sus hijos, yo no tuve esa oportunidad de criar a mi hijo”.
Pérez dijo sentirse arrepentido por lo que hizo y aseguró que siempre consideró al niño como su hijo.
“Me da tristeza saber que si algún día llego a salir (de prisión), él ya no va a estar ahí para decirme ‘papi, hagamos ejercicios juntos’”.
Pérez afirmó que Marroquín mostraba el deseo de acomodar las cosas a su conveniencia para ponerlo a él como el malo de la película, cuando ella, según Pérez, también agredía al pequeñito.
Dijo sentir mucho dolor por lo que pasará con su otro hijo, quien nació semanas después de que él y Marroquín fueron detenidos. Por ahora solo sabe que el bebé está bajo custodia del PANI.
Vecinos no lo olvidan
Casi dos años han pasado desde la trágica muerte de José Rodrigo, pero su recuerdo sigue muy vivo en la mente y el corazón de varios vecinos del barrio Los Ángeles.
Una vecina que prefirió no dar su nombre nos dijo la semana recién pasada que ella visitó en varias ocasiones al chiquito para llevarle juguitos y galletas porque notaba que su familia la pasaba muy mal en lo económico.
“Me llamó la atención que al chiquito no le permitían acercarse a las personas, él por curiosidad salía a ver quién era, pero lo escondían. El chiquito se veía diferente a los demás, descuidado, desnutrido, con una mirada como triste, realmente se veía que algo tenía, pero los papás decían que estaba enfermito y que por eso no lo dejaban salir”, recordó la mujer.
Otra vecina contó que todos los días siente un gran pesar cuando pasa cerca de la casa donde vivía el niño, le resulta inevitable pensar en todo lo que sufrió en ese lugar.
“Lo que más duele es que el PANI no llegara porque los vecinos que vivían pegando pared con ellos se daban cuenta de lo que pasaba y pusieron la denuncia, pero nunca llegaron”.
Luis Enrique Martínez Rojas no vive en este barrio ni conoció al pequeño, pero este miércoles 24 de febrero hacía unos arreglos a la casa en la que vivía la familia salvadoreña y lo conmovió un par de carritos.
“Duele encontrar las cositas del chiquito, usted sabe que todos somos padres y saber todo lo que sufrió una criatura como él aquí duele en el alma”, dijo Martínez.
Desde la muerte del pequeñito ninguna otra familia ha ocupado la casa.