Un pequeño confite marcó la vida de Eduardo Durán Fernández porque comerlo dio pie a un trágico accidente de tránsito que cobró las vidas de su pareja, el hijo de ambos --de 5 añitos-- y de su suegra.
Entre lo más duro para Eduardo estuvo que nunca perdió el conocimiento y le fue inevitable ver los cuerpos sin vida de sus seres queridos entre las latas del carro que él manejaba.
Ese accidente ocurrió la tarde del lunes 25 de julio del 2011 en el cerro de la Muerte, específicamente en el punto conocido como vuelta de las Monjas, donde el carro de la familia pegó de frente contra un bus de la empresa Tracopa.
Han pasado diez años desde aquel día tan triste, pero Eduardo lo recuerda como si hubiera sido ayer y dice que solo por la ayuda de Dios y de sus seres queridos ha logrado retomar su vida.
“Uno tiene que ser muy selectivo a la hora de escuchar a las personas y también a la hora de expresar los sentimientos, pero todo es un proceso, es una cuestión de perseverancia y de hablar con Dios, porque Él es el único que le da fortaleza y la sabiduría a uno para seguir adelante”, afirma.
Eduardo cuenta que el recuerdo de su pareja, Jéssica Fallas Villegas, de 35 años; de su hijo, Andrés Durán Fallas y de su suegra --Sonia Fallas Villegas, de 56 años-- también le ha dado la fortaleza necesaria para no dejarse vencer por la tristeza que le causó la partida de los tres.
Viaje sin regreso
En aquel julio del 2011, Eduardo y Jéssica estaban iniciando un negocio dedicado al transporte de turistas. Habían comprado una buseta y para el 29 de julio ya tenían amarrado un viaje a Panamá con varias personas de Golfito, donde ellos vivían.
Un día antes del accidente Eduardo, Jéssica y el pequeño Andrés salieron rumbo a San José en un pequeño carro Geo Metro que le pertenecía a Jéssica. El objetivo era recoger el lunes el pasaporte que Eduardo necesitaba para el viaje.
Sin embargo, la familia olvidó que el 25 de julio era feriado por la Anexión del Partido de Nicoya y decidieron aprovechar el viaje para pasar a Cartago y recoger a doña Sonia, quien el 22 de julio había viajado a esa provincia para visitar a dos hijos.
Eduardo cuenta que el día había sido muy bonito, todos compartieron en familia y hasta fueron a pasear a Ujarrás. Ya después iniciaron el viaje de regreso a Golfito.
“Estaba lloviendo y el cerro de la Muerte estaba muy nublado, entonces pasamos a un restaurante muy conocido. Ya cuando estábamos montados en el carro y listos para salir Jéssica me dijo que la esperara un momento porque quería ir a comprar algo más, se bajó y compró unas cosas, entre todo eso unos coquitos (confites) que a ella le gustaban mucho”, recordó.
Hecha la compra salieron hacia la casa.
Cuando iban por la vuelta de las Monjas, a 35 kilómetros de San Isidro de El General, en Pérez Zeledón, el accidente se empezó a desencadenar.
“Ella (Jéssica) me dio uno de esos confites, me lo puso en la boca y yo simplemente en un gesto tan normal, tan común, que uno a veces hace manejando, la volví a ver y le dije ‘gracias, mi amor’. Fue cuestión de segundos y cuando volví a ver para el frente me di cuenta de que había invadido el carril contrario y tenía el bus encima, ahí ocurrió esa historia lamentable”, recordó.
— "Uno cuando maneja hasta un trago de agua se toma. lastimosamente en ese momento la distracción me costó muy caro por todo el desenlace que se dio", dijo Eduardo Durán.
Escenario muy triste
El choque fue muy violento y el pequeño carro quedó despedazado. Eduardo estaba consciente, pero tenía sufrido una herida grave en la pierna derecha que le impedía bajarse.
El mundo se le vino encima cuando vio la triste escena que había alrededor.
“Lo más duro de esto es haber quedado consciente. Recuerdo todo lo que sucedió, esa fue la parte más difícil, porque hoy en día, aunque han pasado diez años y dos meses, todavía los recuerdos están muy frescos.
“Mi compañera sentimental falleció de inmediato, recuerdo que bebé (Andrés) también, él iba en la parte de atrás: la única que aún quedaba con vida y que yo la escuchaba respirar era doña Sonia, pero lamentable ella tampoco lo logró”, dice.
Eduardo recordó que el dolor que sentía no era físico pese a que una pieza del carro le atravesó la pierna derecha y le quebró el fémur. Lo que sentía era angustia e impotencia muy grandes por no haber podido hacer nada por su familia.
“Fue muy duro, lo que yo pensaba cuando iba en la ambulancia era que en el hospital me iban a ver y luego me regresaba al lugar del accidente, pero cuando estuve en el hospital no me dejaron salir más”.
Pudo despedirse
Poco después del accidente, Eduardo vivió otro momento muy difícil ya que no pudo asistir a los funerales de sus seres queridos, que fueron en Golfito, pues seguía internado en el hospital Escalante Pradilla. en Pérez Zeledón.
Sin embargo, gracias al buen corazón de varias personas tuvo la oportunidad de darles el último adiós a Jéssica, a Andrés y a doña Sonia.
“Siento un gran agradecimiento hacia la gente de la funeraria porque, a pesar de toda la situación, me los llevaron a los tres hasta el hospital de Pérez Zeledón para que yo me pudiera despedir.
“Eso fue algo muy complicado, porque la noticia había sido tan impactante a nivel nacional que había mucha prensa en ese momento y todos estaban al tanto de la situación, entonces costó bastante meter los carros de la funeraria y llevarme a una zona un poco más privada del hospital”, recordó.
Regresar a su casa en Golfito fue otro momento durísimo para Eduardo porque siempre que llegaba era recibido por el pequeño Andrés, cuyas risas y travesuras llenaban el hogar de felicidad.
“Gracias a Dios, porque Él pone personas para todos, en ese transcurso reciente del accidente yo estuve rodeado de muchas personas, no cualquier persona es compañía o amigo, pero al menos uno pasaba entretenido conversando con ellos”.
— “Cuando salí del hospital decidí irme para la casa donde vivía con mi familia y fue un momento duro porque yo estaba acostumbrado a ver a mi hijo de cinco años jugando y corriendo por toda la casa”, dijo Eduardo Durán.
Retomó el sueño
Pese al accidente, cuenta Eduardo que no le costó volver a manejar. Se puso al volante de un carro dos meses después, cuando su papá lo recogió en el Hospital del Trauma del INS, en La Uruca, y le ofreció que se llevara el carro hasta Golfito.
“No tuve miedo a la hora de volver a manejar, si el accidente se hubiera dado por una falla mecánica posiblemente sí hubiera quedado con la idea de que me podría volver a pasar, pero todo se dio por una distracción, entonces la lección que aprendí fue que nunca hay que distraerse al manejar”, explica.
“Todas las personas se distraen haciendo cosas muy comunes, nadie puede decir que nunca toma agua o cambia la emisora del radio, todo el mundo lo hace, lastimosamente yo fui el de este caso”.
El volver a manejar le ayudó a retomar el sueño que había iniciado con Jéssica, el tener una empresita dedicada al transporte de turistas; eso sí, el inicio fue muy difícil para él, pues cargaba con un “currículum” que nadie desearía tener.
“Golfito es un lugar muy chiquito y recuerdo que cuando empecé con lo del transporte yo cotizaba dos o tres viajes y la gente no me decía que no, simplemente no querían viajar conmigo; luego yo veía pasar a esas mismas personas en otras microbuses, fue frustrante porque yo quería seguir el enfoque de lo que yo había planeado con Jéssica”, dijo.
Pero las cosas cambiaron gracias a la ayuda de Marta Jaén, una empresaria de la zona que decidió confiar en él para que transportara a su equipo de fútbol femenino a los partidos que debía disputar.
“Ella les decía a las muchachas que compartieran fotos de la microbús y de los viajes, entonces ahí empezó hasta que gracias a Dios, hoy por hoy estamos bastante bien en el negocio.
“Todo es cuestión de perseverancia y de mantener la disciplina y la paciencia, porque cuando uno tiene un negocio uno quiere que todo le salga bien al corto plazo, todo es un proceso y yo siempre quise mantener ese mismo enfoque que tenía con Jéssica”, recalca.
— “Lo positivo de todo esto es que a veces las personas aprenden de las situaciones que les pasa a los demás, como a mi”, dijo Eduardo Durán.
Extraña sensación
Debido a su negocito, al que nombró Legare Tours, Eduardo tiene que recorrer muchos puntos del país y esto lo ha llevado a pasar en más de una ocasión por el lugar donde perdió a su familia.
“Se pasa muy frecuentemente por la vuelta de las Monjas y es muy difícil porque por más que hay vueltas similares hay algo que a usted le dice ‘aquí es’, entonces hay que saber controlarse.
“Me ha pasado en varias ocasiones que voy para Cartago o por el lado de Golfito y el clima es muy similar a lo que había en aquel momento, entonces sí cuesta, pero uno tiene que concentrarse en que está manejando y que lleva clientes que son una responsabilidad, pero uno con el tiempo va tratando de controlar esa emoción”, contó.
— "Los sueños al principio eran muy frecuentes, tal vez tres veces al mes, aún se sueña con ellos y todavía tengo recuerdos muy bonitos y algunos muy tristes", dijo Eduardo Durán.
Eduardo afirma que él siempre trata de darles mayor peso a los recuerdos bonitos de sus seres queridos, pues así es como los mantiene vivos en su mente y en su corazón.
“Andrés era un niño hiperactivo, muy alegre, él en aquel tiempo estaba en materno, le gustaba mucho ir a materno y tengo recuerdos muy bonitos de eso, cuando nos pedía que lo lleváramos antes para compartir un ratito con los compañeros.
“Jessica fue una persona de mucho emprendimiento, de muchos objetivos y de superación, estoy muy agradecido con Dios y con la vida porque ella llegó a mi vida y me dejó grandes enseñanzas que conservo hasta el día de hoy.
“En cuanto a doña Sonia, ella era una persona demasiado bondadosa, tengo recuerdos bonitos con ella, especialmente del último día que compartimos todos”.
Rodeado de buenas personas
Superar una situación tan difícil como la que vivió Eduardo es complejo, sin embargo, él ha logrado sobrellevarla gracias a personas de gran corazón que se acercaron a él cuando más lo necesitaba.
“Primero está Dios y luego mis padres de crianza, Alicia Palma Roa y Florentino Sánchez Badilla y sobre todo estoy muy agradecido con mi mamá, María Cristina Fernández López, ellos siempre estuvieron ahí para mí.
“También estoy muy agradecido con don Mauricio Zelaya, un amigo de la familia que para mí se convirtió en un pilar de fortaleza por las palabras que me brinda y el apoyo que me da”, mencionó.
Otra parte importante en el proceso de salir adelante es el entorno, pues una mala elección de amistades puede empeorar más una experiencia como la que él vivió.
“El entorno es muy importante, en el caso mío yo no tomo, ni fumo, pero muchas personas cuando pasan por una situación difícil, como perder a un ser querido, buscan refugio en el alcohol y en otras cosas, promovidos por otras personas que supuestamente son sus amigos”.
Cuando sucedió el terrible accidente, Eduardo solo se preguntaba una cosa ¿ṕor qué fue el único sobreviviente?. Conforme ha pasado el tiempo ha comprendido que ocurrió porque Dios tiene un propósito más grande para su vida.