El Novelón

¡Como en El Exorcista! Así fue el aterrador caso que puso a temblar a excruzrojista en Tibás

Excruzrojista aún recuerda la aterradora voz del joven que decía palabras que él nunca había escuchado

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Arturo Alfaro, excruzrojista. Foto cortesía Arturo Alfaro.
Arturo Alfaro vivió una experiencia siendo cruzrojista que nunca olvidará. Foto: Cortesía Arturo Alfaro.

Durante los años que laboró para la Cruz Roja, Arturo Alfaro vivió muchas experiencia extrañas, incluso se podría decir que varias de estas fueron de índole paranormal.

Una de las que más recuerda ocurrió dentro de una humilde casita ubicada en Tibás, en San José, lugar que fue escenario de un caso que pareciera haber sido sacado de una de las conocidas películas de El Exorcista.

Aunque no precisa la fecha exacta, el excruzrojista recordó que ese espantoso hecho ocurrió entre 1986 y 1987, cuando él apenas era un joven que estaba dando sus primeros pasos como paramédico en el extinto comité de la Cruz Roja que estaba en el centro de Tibás.

“Yo todavía no era un paramédico certificado, apenas estaba de voluntario en la Cruz Roja, sí tenía un curso de primeros auxilios avanzados que me habían dado en Bomberos”, contó.

Alfaro dice que todo ocurrió durante una noche en la que había poco personal en el comité, pues únicamente se encontraban él, el conductor de la ambulancia, de nombre Nelson, y otro voluntario llamado Roy.

“Eran como las diez de la noche y el conductor se fue a dormir, mientras que el compañero Roy y yo estábamos en la cocina conversando. De pronto escuchamos que estaban golpeando los portones y cuando salí vi que se trataba de un señor mayor, de unos 60 o 70 años, que nos dijo que si lo podíamos ayudar, porque el hijo llegó a la casa, se agarró el pecho y cayó al suelo.

“Con esa descripción, yo le dije al compañero: ‘Mae, eso tiene que ser un infarto’, entonces despertamos al conductor y montamos al señor en la ambulancia para que nos llevara a su casa”, detalló el excruzrojista.

Acostado en cruz

La casa del señor que le pidió ayuda a Alfaro y a sus compañeros estaba ubicada en Bajo Piuses, cerca de donde actualmente se encuentra Epa. Arturo recordó que se trataba de una vivienda muy humilde que estaba metida en un cafetal.

Una de las cosas que más le llamó la atención en aquel entonces es que todo estaba muy oscuro, apenas alcanzaba a verse una luz encendida en la cocina de la pequeña casa.

“Yo ingresé de primero, atrás mío venía Roy y el conductor se quedó en la ambulancia. Cuando llegué vi al muchacho acostado en una cama pegada a una pared, él estaba boca arriba con los brazos extendidos como en cruz y estaba viendo hacia la pared”.

Como Alfaro era el más capacitado, le tocó a él tomarle el pulso al joven; sin embargo, algo en su interior le dijo que no lo hiciera tocándole el cuello, como se ve en las películas, por lo que aprovechó que el muchacho tenía los brazos extendidos para así tomarlo por la muñeca.

Alfaro trabajaba en la antigua Cruz Roja de Tibás, la cual fue sustituida por la de León XIII. Fotos Melissa Fernández Silva (Melissa Fernandez Silva)

“Aproveché para tocar el pulso radial en la muñeca, pero no encontré nada y le dije a Roy: ‘Mae, no tiene pulso’, pero en ese momento Roy hizo una cara de susto y yo sin pensarlo brinqué hacia atrás y es cuando veo que el muchacho se estaba dando vuelta y venía con la otra mano a tratar de agarrarme”, añadió.

Voz aterradora

Para mala fortuna de Arturo y su compañero, lo más aterrador estaba por venir, pues el muchacho entró en una especie de trance, puramente como se ve en las películas de miedo en las que se realizan exorcismos.

“En ese preciso instante al chavalo se le hizo como una protuberancia en el cuello y empezó a decir cuestiones rarísimas, palabras que yo no entendía y con una voz ronca, horrible”.

Como si eso no fuera suficiente, varios de los libros que estaban en un mueble colocado en la cabecera de la cama empezaron a caerse sin ningún tipo de explicación mientras el joven seguía mencionando las extrañas palabras.

”A mí en ese momento me empezaron a temblar las piernas, para hablarte de forma coloquial”, añadió Alfaro.

En medio de esa terrible escena apareció el papá del muchacho con una Biblia en la mano y empezó a leer varios versículos, según Arturo, los libros ya no caían al suelo sino que más bien salían volando hacia donde se encontraba el señor.

Perro negro

Arturo se quedó inmóvil viendo semejante “espectáculo”, así lo describió; sin embargo, no aguantó más y le dijo al papá del muchacho que esa situación no era algo que pudieran atender, por lo que lo único que se le ocurrió fue decirle que iban a llamar a una patrulla de la Fuerza Pública.

Arturo salió del cuarto, pensando que ya se había escapado de la escena de terror, pero estaba muy equivocado.

“Salí del cuarto en dirección hacia el pasillo que daba a la puerta de salida, pero ahí me salió un perro negro, esa imagen no se me olvidar, era como un rottweiler, pero un poco más grande, estaba parado en la puerta pelándome los dientes, y en ese entonces yo le tenía pánico a los perros”, recordó.

Ante tal situación, Arturo decidió regresar al cuarto, donde se encontró con un Roy que estaba pálido como una hoja de papel, situación que decidió aprovechar a su favor para no tener que hacerle frente al perro.

”Le dije: ‘Roy, yo soy el capacitado, yo me quedó aquí, vaya usted y llamé a la patrulla”, entonces Roy salió del cuarto y yo me quedé paralizado viendo aquel espectáculo, porque el papá se le acercó al muchacho y este trataba de darle golpes y patadas.

Durante el viaje en ambulancia Arturo y sus compañeros no pronunciaron ni una sola palabra. Foto con fines ilustrativos.

“Al ratito regresó Roy y me dijo que la patrulla ya venía de camino, yo me quedé sorprendido y le pregunté por el perro, a lo que Roy me respondió: ‘¿Cuál perro?’, en eso volvió el señor y me dijo: ‘No muchacho, aquí no tenemos ningún perro’.

Padre Nuestro

Una vez más Alfaro salió del cuarto y esta vez se dirigió hacia la cocina de la casa, donde estaba la única luz encendida, ahí se encontró a una señora y a la mamá del muchacho, esta última estaba hincada en el piso rezando.

“Lo único que se me ocurrió fue abrazar a la señora y empezar a rezar el Padre Nuestro con ella, no sé ni de dónde me salió eso, porque yo no soy muy religioso.

“Cuando terminé de rezar escuché un golpe en el cuarto, como que algo se cayó, en eso llegó Roy a la cocina y me dijo: ‘Mae, se levantó' (el muchacho), y mencionó que prácticamente se levantó de la cama, voló y cayó al piso”.

En ese momento el conductor de la ambulancia entró a la casa pues había pasado mucho tiempo y se encontró con una escena muy diferente, pues el muchacho estaba sentando en la cama hablando con total normalidad, como si nada hubiera pasado.

“Cuando entré al cuarto, el muchacho inmediatamente giró la cabeza para enfocarme y empezó a hablar, diciéndole al papá que por qué había tanto desorden y que quiénes éramos nosotros, pero no me quitaba la vista”.

“Después nos vemos”

Como si nada hubiera pasado, el joven se levantó de la cama y le estrechó la mano al conductor de la ambulancia mientras le daba las gracias, lo mismo hizo con Roy, pero en todo momento mantenía su mirada fija sobre Arturo.

”Cuando el chavalo me dio la mano me dijo: “Muchísimas gracias”, dio un paso hacia atrás para sentarse en la cama y me intento jalar, entonces yo le solté la mano y me le quedé viendo.

“De nuevo con aquella voz ronca me dijo: ‘Usted conoce de esto, ¿verdad?’, yo con la voz entrecortada le dije que no sabía nada, él se echó una sonrisa y me dijo: ‘Sí claro, vos sabes, después nos vemos’, y se volvió a acostar en la cama”, recordó Alfaro.

Sin pensarlos dos veces, Arturo les dijo a sus compañeros que se fueran de ese lugar, por lo que tres se subieron a la ambulancia y se fueron de ese lugar sin mirar atrás. En el camino ninguno de ellos pronunció ni una sola palabra.

Según Alfaro, la casa estaba ubicada camino hacia Bajo Piuses, por donde ahora está Epa. Fotos: Mayela López. (Mayela Lopez)

“Cuando llegamos a la base de Tibás yo me subí a mi moto y me fui a mi casa en Guadalupe y me le metí en el rincón a mi mamá, que en paz descanse”, recordó Alfaro.

El excruzrojista dijo que después de esa aterradora experiencia no volvió a saber nada sobre esa familia, incluso contó que en algunas ocasiones ha pasado por donde estaba la casa, pero ahora lo que hay en ese lugar es una especie de plantel.

Travesura inició todo

Alfaro dijo que esa no ha sido la única experiencia paranormal que ha vivido, de hecho contó que incluso en su propia casa suelen pasar cosas extrañas, pero con el pasar de los años él y su familia se han ido acostumbrando.

“En la casa ya nos acostumbramos, porque usualmente algo se mueve, algo se cae o se rompe”.

El excruzrojista cree saber cómo iniciaron estas situaciones fuera de lo normal, al parecer, todo empezó por una simple travesura cuando apenas era un adolescente.

“Yo inicié en esas carajadas por una travesura cuando estaba mocoso”.

—  Arturo Alfaro, excruzrojista.

Según Alfaro, cuando tenía entre 13 y 14 años, él y sus amigos del barrio solían reunirse en las noches en la casa de unos vecinos a los que sus papás dejaban solos por irse a trabajar. Más que todo aprovechaban para ver tele y jugar.

“Resulta que una noche yo estaba viendo tele y unos amiguillos estaban jugando la famosa Güija y me decían que fuera a ver, pero yo les decía que eso era pura paja, que no se movía solo.

“Ellos me explicaron cómo era la cuestión, entonces yo dije que si eso fuera cierto, que era paranormal, que si había un espíritu que se manifestara y fue cuando se armó el desmadre.

“Era un apartamento cerrado, las cortinas pegaban al techo, la mesa brincaba, las puertas se abrían, se cayeron platos, los carajillos salimos de ahí como pegarle una patada a un hormiguero y ahí empecé yo con esas carajadas raras”.

Adrián Galeano Calvo

Adrián Galeano Calvo

Periodista de Sucesos y Judiciales en el periódico La Teja desde 2017. Cuenta con un bachillerato en Relaciones Públicas de la Universidad Latina y una licenciatura en Comunicación de Mercadeo de la UAM. En el 2022 recibió el premio a periodista del año del periódico La Teja.

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