Graciela Tioli Salazar siempre fue una niña muy dulce y bondadosa, este 2023 hubiese cumplido 27 años, sin embargo, su existencia física fue arrebatada cuando tenía tan solo 11 años.
El recuerdo de Chelita, como le llamaban de cariño, sigue vivo en muchas personas que ni siquiera llegaron a conocerla.
La benevolencia de esta niña continuó pese a su muerte, porque sus padres decidieron donar sus órganos y estos fueron entregados a personas que realmente los necesitaban.
Jacqueline Salazar, mamá de Graciela, perdió a su única hija mujer, pero sabe que ganó más hijos; a muchos no los conoció, pero siente alegría al saber que su hijita sigue viva a través de ellos.
Graciela murió la noche del domingo 6 de abril del 2008 cuando estaba en la casa de su abuelita paterna, en Cristo Rey, San José; estaba viendo televisión junto a su hermano menor y la mamá cuando unos hombres comenzaron a disparar contra la casa.
Estos sujetos fueron Valentín Guadamuz Solano, alias Tino y Joseph Vargas Rojas, a quienes los jueces encontraron responsables de perseguir a un hombre de apellido Fernández, quien era pareja de una tía de la menor; el hombre buscó refugio en la vivienda y ellos dispararon contra la casa hiriendo de muerte a la inocente.
Francisco Segura, subdirector del OIJ para ese entonces, aseguró en ese momento que el que disparó la bala mortal fue Guadamuz, quien, días después, vendió a otro delincuente el arma calibre 25 de donde, según las pruebas efectuadas por balística, salió la bala que mató a Graciela.
Vida se multiplicó
En este 2023 se cumplieron 15 años de la partida de Chelita, pero en la calle muchas personas respiran gracias a sus órganos.
“El que sus órganos fueran donados también me ayudó a sanar, uno de los muchachos que recibió los riñones de ella me llamó y me dijo que me quería conocer, aún mantenemos contacto, de hecho la hijita de él lleva como segundo nombre Graciela, en honor a mi chiquita.
“Él estaba muy mal y la mamá iba a ser la donadora, pero cuando la pasaron a sala de operaciones, a la señora, casi le da un infarto, los doctores le dijeron que no podía donar, en eso pasó lo de mi hija y él vive por ella”, manifestó doña Jacqueline.
Ella también supo de un niño de tres años que recibió el hígado de Chelita, doña Jacqueline lo vio cuando estaba en cuidados intensivos, pero desde ahí nunca más.
“Un doctor me dijo: ‘¿usted vio al niño? ese chiquito salió gritando, corriendo, brincando’, no supe que decirle al doctor, solo lloré al recordar que vi al chiquito mal, con los ojos hinchados y de saber que salió con vida gracias a mi hija... ese bebé ahora debe tener casi sus veinte años”, expresó.
También otra persona recibió las corneas, así como tejido de la piel de Graciela.
Guarda ropita de su hija
Esta madre conserva la última mudada que usó Chelita el día que la mataron, incluso, la blusa que tenía ese día ahora forma parte de un peluche que mandaron a hacer y que la familia conserva con mucho amor, ya que les mantiene el recuerdo de cómo la vieron por última vez.
“Conservo la ropita con la que ella falleció, se la pedía a la doctora, le dije que me la diera, los zapatos que ella andaba, la licra, de su blusa me mandé a hacer un osito, lo tengo a la par del cuadro de mi hija, ella quedó muy linda en esa imagen”, menciona.
Hija le enseñó a perdonar
A pesar de las buenas obras que hubo tras un momento muy doloroso, doña Jacqueline se enojó porque le habían quitado parte importante de su vida, una de las personas a las que le dejó de hablar fue al abuelo paterno de su hija, sentía cólera porque todo ocurrió en la casa de ellos.
Durante un tiempo les dejó de hablar, pero su hija le seguía enseñando sobre el amor y se le apareció en un sueño, la única vez que la ha visto en sueños desde que falleció.
“Estuve muy brava con el abuelo paterno de mi hija y una noche mi hija me dijo en sueños: ‘mami, ya, no pele más, ya está bueno’, eso fue lo único que me dijo y en el sueño veía a mi suegro, días después él llegó a mi casa con la misma ropa que lo vi en sueños, habló conmigo y yo le pedí a Dios que me quitara el dolor de no poder verlo, pero aprendí a perdonarlo y ahora si nos vemos, lo saludo y todo”, recordó la valiente mamá.
Doña Jacqueline afirma que con la muerte de su hija sintió que iba a morirse y quienes le dieron fuerzas para continuar fueron sus hijos varones, uno mayor y el otro menor que Graciela; este último incluso se culpó durante años de no haber protegido a la hermanita, sin embargo, él también era un niño y no entendía sobre la maldad de las personas.
“Nosotros no podíamos echarnos a morir porque teníamos dos hijos por quienes luchar.
“Hubo mucho tiempo que no iba ni a fiestas, a nada, pero luego reaccioné y pensaba que no podía sacrificar a mis hijos que aún estaban pequeños y sabía que ella no hubiese deseado que yo me quedara encerrada en la casa, la vida debía continuar y ella nunca será olvidada, pero debíamos seguir” , mencionó esta madre.
Estos hijos ahora son unos muchachos, viven con doña Jacqueline, quien decidió hacerse un tatuaje en honor a su hija, el único diseño que tiene.
“Nunca me había hecho un tatuaje y ahora me lo grabé en la piel, mi hijo mayor también lo lleva.
“Me lo hice hace cuatro años, seguimos siempre juntas, es el nombre de ella junto a una mariposa, porque eso fue, mi hermosa mariposa, que dejé que volara y la llevo conmigo”.
Fiesta en su honor
A doña Jacqueline le hubiese encantado hacerle la fiesta de los 15 años a su hija.
“Nosotros soñábamos con la fiesta de quinceaños, días antes de que pasara lo que ocurrió le dije a mi esposo, ‘Chelita va a cumplir doce años y hay que ir guardando plata para la fiesta de los quince años de ella, si Dios nos lo permite’”, recordó.
En el 2011 Graciela habría cumplido los 15 y sí hubo fiesta, pero fue en honor para las víctimas de homicidios.
“Soltamos cien globos que llevaban el nombre y su carita, hicimos un partido y el equipo que la representó llevaba en la camisa la foto de ella”.
Doña Jacqueline nunca ha estado sola porque sus hijos nunca la han desamparado en los momentos difíciles, como cuando murió la hermana menor de ella, de cáncer, hace cuatro años y ella adoptó a sus sobrinos.
“Ahora tengo un montón de hijos, cuatro de mi hermana y dos míos, una en el cielo”, manifiesta con alegría esta valiente madre.
Ella ruega para que ninguna familia pase por el dolor de perder a un hijo por culpa de la violencia, para ella es inevitable no revivir todo el sufrimiento cuando algún inocente muere por culpa de las balas.
“Vi que este año en Zapote murió un niño de nombre Samuel Arroyo, ¡me afectó tanto!, pensaba, ‘¿por qué tienen que seguir pasando estas cosas?’”, lamentó.
El trauma de las balas le robó la paz, tanto que para las fechas de Navidad no disfruta de los fuegos artificiales y cuando escucha bombetas siente el temor de que sea una balacera.
“Me vuelve a revivir todo, siempre grito: ‘tírense al suelo’, ya los tengo traumados, uno ahora no sabe si son balazos”.
Esta familia siempre saca en las conversaciones a Chelita, ella sigue muy presente en la familia.
Los responsables de la muerte de la niña fueron condenados a 28 años de cárcel el 4 de abril del 2009.
La jueza Patricia Araya reprendió con dureza a los sentenciados en esa ocasión.
“No cuenta el tribunal con prueba de que le desearan la muerte a la niña, pero ustedes dos tienen que responder por la muerte de Graciela...
“Esos comportamientos deben ser erradicados de nuestro país, porque están destruyendo hogares”, advirtió la jueza hace 14 años, pero tristemente estos casos en vez de bajar, siguen aumentando.