Corto y trágico fue el paso de Jason Leitón Ordoñez por este mundo. Él vivió hasta sus 23 años, pero desde niño fue perseguido por la dolorosa sombra de la muerte.
Luego de tres duros golpes su vida fue arrebatada y de él ahora solo quedan las cenizas y la bolsa amniótica en la que él nació, el viernes 21 de agosto de 1998.
Jason dejó dos hijos, quienes son un tesoro para doña Alejandra Ordoñez, mamá de Jason. Ella, por medio de sus nietos, mantiene intacto el recuerdo de su hijo.
En un rincón de la casa conserva un altar con los más gratos recuerdos de él.
“En mi casa están sus recuerdos y vive por siempre en mi corazón, su ausencia física nunca deja de doler”, expresa esta mamá.
Alejandra, de 47 años, sabe muy bien que es ser valiente y tener coraje, características que le enseñó en vida su hijo Jason, quien desde muy pequeñito estuvo al filo de la muerte.
Desde muy pequeño
Cuando Jason tenía 4 años, en el 2003, estaba jugando con dos amigos en la parte trasera de su casa y mientras corría fue a dar a un acantilado de 10 metros de profundidad, en la caída había piedras grandes y filosas.
Al fondo lo esperaba agua con espuma y basura, porque se trataba de las aguas contaminadas del río La Cangreja, que pasa por la ciudadela de León XIII, en Tibás, donde él creció.
No se golpeó con las rocas que, quizás, le hubiesen cobrado la vida de manera inmediata, pero sí estuvo sumergido en las aguas contaminadas por varios minutos.
Sus amiguitos de juego fueron los que dieron la señal de alerta y los primeros en llegar fueron el padre del menor y un vecino.
Esa fue la primera vez que el nombre de él salió en medios de comunicación. “Salven a Jason”, se escuchó en la León XIII y trascendió en los medios de comunicación el viernes 31 de enero del 2003.
Mientras doña Alejandra rezaba, los paramédicos hacían de todo para estabilizarlo porque su vida corría peligro.
En ese momento, él se convirtió en un milagro, primero porque no golpeó ninguna de las peligrosas piedras en la caída y porque tragó mucha agua contaminada que lo mantuvo inconsciente por unos minutos.
“Salven a Jason, tienen que salvarlo”, gritaba unos de los vecinitos de mayor edad que estaba jugando con Jason.
“Estuvo sumergido unos diez minutos y por ende hizo paro cardiaco. Fue encontrado por los vecinos, quienes le dieron maniobras básicas”, explicó Fernando Gómez, de la Cruz Roja en ese momento.
Durante 30 minutos le dieron resucitación y las oraciones de doña Alejandra fueron escuchadas, Jason volvió a respirar, lo sacaron en una camilla mientras un montón de vecinos eran testigos de los esfuerzos de los rescatistas. A él lo llevaron en una ambulancia al Hospital Nacional de Niños (HNN).
Las probabilidades de vida eran mínimas, pero la fe de esta madre fue inquebrantable.
Para ese momento el doctor Carlos Jiménez era el jefe de Consulta externa del HNN y él dijo que la condición era muy grave.
A Jason le dieron ventilación pulmonar, estuvo sujeto a máquinas para fortalecer el corazón y el sistema de irrigación del organismo. Estuvo en coma dos días, hasta que logró salir de ese estado, era todo un milagro para su familia y la comunidad.
“Estuvo dos días en coma y en total 12 días hospitalizado, nos decían que podía tener secuelas por la falta de oxígeno, pero no las tuvo, solo una infección en los pulmones, que se la curaron y le dieron de alta”, manifestó la mamá.
Debido a ese accidente, Jason fue el hijo que más cuidaron sus papás y se lo pasaban recordando, como para que siempre supiera el riesgo que pasó.
“No sé si en su inconsciente tenía vivo ese recuerdo, pero en casa siempre se lo decíamos y le mostrábamos fotos y recortes, también cuando contaba anécdotas, contaba su accidente”, recordó la mamá.
Malos pasos
Después de este gran susto, Jason le perdió el miedo al agua y hasta aprendió a nadar.
El joven fue creciendo y a veces trabajaba con el papá manejando un camión, o sea, llevaba una vida normal, pero su mamá nos confesó que, por las vueltas de la vida, o quizás hasta por el sitio en el que creció, se metió en malos pasos.
Esas malas decisiones hicieron que, nuevamente, su vida pendiera de un hilo. Esta vez no por un accidente, sino por una agresión.
El nombre de Jason Leitón volvió a resonar en las noticias en abril del 2017, cuando tenía 18 años y fue víctima de una emboscada en Calle Blancos, de Goicoechea.
En esa ocasión sobrevivió a varios balazos, gracias a que sus amigos lo llevaron en un carro particular hasta la clínica Clorito Picado, en Tibás.
A él lo hirieron en el pecho y en uno de sus brazos.
El joven nuevamente sorteó la muerte y le ganó el pulso. Un mes después de ese ataque, nació su primera hija.
Sin embargo, la muerte nunca lo dejó en paz y la tercera vez que se enfrentó a ella, perdió la batalla.
Fue la madrugada del 6 de marzo del 2022, nuevamente en la comunidad que una vez gritó “salven a Jason”, o sea, en su natal León XIII.
Él estaba hablando junto a unos conocidos en la calle cuando les dispararon desde un carro. Esa vez no tuvo escapatoria y falleció a los 23 años.
“Siempre estuvo en peligro, en parte hay tranquilidad de saber que descansa, aunque sí quisiera que estuviera vivo”, expresa la mamá.
Ella es la primera en aceptar que su hijo se equivocó, pero también le duele saber que lo vio intentar enderezar su camino en muchas ocasiones, pero no lo logró.
“Él sí andaba en malos pasos, pero los papás siempre vamos a estar en las buenas y en las malas”, aclaró.
Jason fue parte de las estadísticas del 2022 el año más violento de Costa Rica.
Sueños
Durante estos meses, ella lo ha visto en sueños y le da tranquilidad al verlo en paz.
“Sí lo he soñado y lo veo bien, feliz, otras personas que me cuentan que se han soñado con él también me dicen que lo han visto tranquilo y es lo que más me satisface”, manifiesta.
Jason no pudo reconocer a su hijo menor porque fue asesinado cuando el pequeño apenas estaba naciendo; tampoco pudo realizar el último paseo junto a su familia.
“Él iba a ir con nosotros, pero como la muchacha estaba a punto de dar a luz, él se quedó (en San José) para ser responsables con sus hijos”, dijo la mamá.
Pese a no estar en buenos pasos, este muchacho siempre le dijo a sus allegados que soñaba con ver a sus hijos crecer, ahora sus familiares los ven por él y esta madre asegura que trata de tener paz en su corazón para seguir enfrentando las pruebas que la vida le sigue poniendo en su camino.
Muchos factores intervinieron para el destino final de Jason, empezando por crecer en una comunidad marginal y de difíciles condiciones, donde murió a los 23 años en el mismo lugar donde la muerte lo comenzó a perseguir desde que era tan solo un niño de cuatro añitos.