Año tras año aparecen chuzos nuevos que le sacan suspiros a muchos, modelos con diseños innovadores y tecnología de última generación, sin embargo, también están aquellas naves clásicas, icónicas, que dejan huella y se quedan en el corazón de los fanáticos.
Don Gerardo Cantillo, un vecino de Cachí Cartago, es una de esas personas que se enamoraron de una reliquia. Él tiene un vochito clásico, modelo 1972, porque le encanta la marca, tanto así que hasta tiene una combi 1970.
Aunque los dos carritos son sus chineados, vamos a enfocarnos en el vochito porque merece su propio espacio.
La chaneada que le ha metido a su carrito es brava, le metió un ‘overhaul’ (darle tratamiento a las piezas del motor) para afinarlo y restaurarlo por completo y andar feliz de la vida junto a su familia en un chuzo que lo ha llevado a muchas partes.
“Hace un mes me fui con mi burbuja familiar para Limón y nos fue excelente. Regresamos como si nada. Lo más lindo de tener modelos así es cuando la gente llega a verlos y se quedan maravillados.
“Lo único es que sí me preguntan cuánto valen, pero no lo puedo responder ya que no tienen precio comercial por lo mucho que significan para mí”, responde.
El vochito llegó a sus manos hace unos doce o trece años, aunque no ha sido el único ya que en el pasado don Gerardo tuvo otros, por lo que buscó uno parecido al que tuvo en los 70, cuando le llegó su primer Volkswagen.
“Un muchacho lo empezó a chanear como un proyecto suyo, lo tuvo unos seis años metido en una galera, ahí iba despacito porque no tenía muchos recursos para costearlo y había que hacerle mucho.
“Yo le ofrecí comprarlo, me dijo que no lo vendía, le respondí si lo podía ver y me dijo que claro, pero que no lo vendía, al final resultó que sí me lo vendió, lo convencí y ya lo empecé a trabajar”, contó.
Una vez que fue suyo vio que el motor necesitaba un cambio y empezó a traer partes de Estados Unidos hasta que mejor le instaló uno de 1.600 centímetros cúbicos y 65 caballos de fuerza.
Cuenta con encendido electrónico, con caja multichispas para mejorar la mecánica y enfriador de aceite. Por fuera sí se mantiene totalmente fiel a la esencia de un vocho.
“Lo armamos hace unos ocho años y ya nos quedó bien bonito, ahí lo tengo ahora, ya lo terminé, al menos lo más grande, le puse unos aros de lujo de la época de 1972, los mandé a traer a Alemania, porque yo sabía que existían, pero acá no los podía conseguir”.
La nave, que tiene frenos de disco en las cuatro ruedas, siempre anda afinadita, incluso, su dueño dice que nunca le han reportado una falla en Riteve.
Para tener sus carritos bien cuidados, este brumoso construyó un garaje tipo museo en su casa en el que tiene el vochito y la combi.
“Tengo en las paredes una decoración de historia de Volskwagen, como unos murales, desde siempre he comprado una revista que se llama Vochomanía que sale en España, ahí tengo como 20, recorté fotos y las pegué con un revestimiento, entonces tengo a los vochitos en un espacio bien bonito”.
A sus 65 años y ya con su pensión bien ganada, don Gerardo anda feliz de la vida junto a sus carros, mientras que arranca la admiración de muchos por tan chuzas naves.