La Tricolor está respaldada en la Copa del Mundo de Rusia 2018 por tres mosqueteros en la utilería, Rándall Obando, Alberto Mena y Víctor Pérez.
Pero este martes, cuando el equipo llegó a su hotel de concentración en San Petesburgo, este equipo tuvo un refuerzo, se trató de una cuadrilla de siete rusos que se subieron las mangas y ayudaron a descargar los dos camiones con la ropa, implementos y todo lo que necesitará la Sele en la Copa del Mundo.
Obando y Mena son unos espueludos, el primero lleva 21 años en la Federación y el segundo 20; mientras que Pérez vivirá la experiencia mundialista con tres años y nueve meses laborando en el Complejo Fedefútbol - Plycem.
Víctor es oriundo de Guápiles y cuando se dio cuenta que iba a suelo ruso no se lo creía, es la primera vez que asiste a un Mundial.
"Siempre me apoyo en mis compañeros que tienen experiencia, tienen rato de andar en esto y siempre lo aconsejan a uno y están ahí para darle a uno una mano. La nervia es igual que todos los que nos montamos en ese avión para hacer las cosas bien por el país", señaló el guapileño.
"Siempre estamos anuentes a colaborar, Rándall me había comentado de la opción que estaban analizando y cuando me lo dijo no sabía si me estaba vacilando o era verdad. Uno lógicamente se emociona y se prepara", agregó.
A estos tres valientes les toca el trabajo más duro: son los primeros en levantarse y los últimos en acostarse ya que se encargan de jalar el equipaje, llevar la ropa a la lavandería, entro otro montón de cosas. Por dicha este martes tuvieron unas manos extra que les envió la misma FIFA.
Don Víctor, primerizo de las Copas del Mundo, trabajó como utilero en Santos de Guápiles por cinco años y también se dedicaba a las ventas.
El primer acercamiento de Pérez con la Sele fue cuando, al mando de Jorge Luis Pinto, el equipo de todos fue a Guápiles y él colaboró, entonces no dejó pasar la oportunidad y le tiró la chinita a Obando de que si algún momento ocupaba ayuda no dudara en llamarlo.
"Le hice la cuñita, se llevó mi teléfono y un día, sin esperar el llamado, me dijo que había una posibilidad, que si podía venir a hablar, entonces fui y de lógica dije que sí de una", confesó.
Lo único que tuvo que sacrificar fue su tierra, pues le tocó abandonar su casa e irse a vivir a un apartamento. Eso sí, cuando quiere que lo chineen, se va para su casa donde su mamá lo atiende; generalmente va los fines de semana.
Todo bajo control.
La preparación para ir a Rusia inició incluso antes de la clasificación.
"Inicialmente es de mucha logística, hay que tomar en cuenta muchos detalles, todo lo que se refiere a ropa de competición, indumentaria de entrenamiento y presentación. Casi dos meses antes haciendo cosas, los pedidos se hacen desde el año pasado. Antes de clasificarnos, se estaban comenzando a hacer pedidos, escogiendo diseños y colores con los jefes", contó Randall.
Tuvieron que sacar bien las cuentas de los días que van a estar fuera, el clima y todo detalle para que no falte nada. Solo de ropa se llevaron cerca de 90 maletas grandísimas.
"Gracias a Dios todavía recuerdo el primer Mundial en Japón y Corea, no teníamos la experiencia y las facilidades que la federación nos brinda ahora. Hoy en día contamos con bastantes facilidades, dos compañeros más, contamos con cajas de aluminio bastantes seguras y eso facilita muchísimo", dijo Rándall.
Cada día de juego, ellos llegan tres horas antes a alistar los uniformes y tacos de los futbolistas y se van como dos horas después, para recoger todo.
Y, además, tienen que pensar en lavar la indumentaria.