Pavel Corrales era feliz paseando por las calles de Desamparados en el Jeep de su abuelo Basilio Hidalgo, cuando era tan solo un güila.
Según Corrales, su abuelito fue una de las primeras personas en tener un chuzo de este tipo en Tiquicia, por lo que desde chiquillo quedó enamorado de esta marca de carros gringos y siempre soñó con tener uno.
Un taller. Pavel se dedica a restaurar carros antiguos. Lo pueden llamar al 8742-6329.
Con el paso del tiempo y gracias a su actividad como mecánico, Pavel logró hacerse de un primer Jeep, pero él quería tener el CJ5 modelo 1953, el cual le salió la oportunidad de adquirirlo hace cinco años.
“Estábamos en una actividad y un señor me dijo que tenía ese carro en una cochera y que le gustaría venderlo. Me dijo que tenía seis años de estar en un taller, pues quiso restaurarlo pero lo estafaron con la plata que pagó.
“Al inicio no le hice caso, pero con el tiempo lo llamé y cuando lo vimos nos encontramos con un carro que tenía un montón de desechos encima. Tardamos mucho tiempo en sacarlo del lugar, pero con la ayuda de mi familia me lo llevé a mi taller”, contó este vecino de El Rosario de Desamparados.
Buena trabajada
Para dejar a esta nave como un ajito, Corrales se propuso hacerlo como nuevo y en eso tardó tres años. Comenzó a lijarlo, pintarlo, cambiarle piezas y comprar algunas nuevas. También le echó mano al motor y prácticamente hizo de un carro antiguo un modelo nuevo. Como el chuzo es un modelo que se usó en la guerra, Corrales lo bautizó como el Militar.
“La tapa se herrumbró y para que tuviera una tonalidad diferente la pulimos y así quedó: vieja pero bien reparada. El carro es crema, tipo arena del desierto, su motor es de 2.500 cc original, le puse frenos de disco y tiene una capota, que la uso cuando lo llevo a exhibiciones.
“Tiene una ametralladora, que es una réplica casi original, cuenta con un taque de reserva del agua, dos cascos, uno para mi esposa Kattia y otro para mí, dos máscaras de gas originales, una pala, una hacha y tiene una especie de triángulo adelante, que se usaba para anclarlo a otros carros y que no anduvieran todos manejando”, afirmó.
Si algo le infla el pecho a Pavel, es saber que gracias a su empeño logró restaurar esta joya y darle su toque personal.
“Quise darle ese toque militar, porque en verdad pareciera un carro que va a la guerra y por eso cuando puedo lo llevo a exhibiciones, para que la gente lo admire y se tome fotos. Pero además lo uso para hacer mandados, hasta para ir a comprar el pan.
“La gente no se asusta, se ríe, me saludan y ven la ametralladora. Nosotros nos ponemos el casco y tenemos unas gabachas camufladas con nuestros nombres”, destacó.
El carro es para cuatro personas y cada vez que pueden, Pavel viaja con su esposa y sus hijos Fabricio, Dijover y la pequeña Tiffany.
“Me llena de orgullo decirle a la gente que yo lo hice, que lo armé pieza por pieza. Esto es una terapia para mí, porque si ando estresado, me subo en el Militar, me doy una vuelta y regreso a la casa feliz”, dijo.
Pavel tiene otro sueño y es comprar el Jeep que era propiedad de su abuelo.
“Ese carro era verde, mi sueño es recuperarlo, ya lo tengo ubicado y sé que todavía anda en la calle. Recuerdo cuando íbamos a la basílica de los Ángeles en ese carro, eran buenos tiempos”, manifestó.