Alexis Montero y Juan José Padilla se mueven por Ulitsa Marshala Zakharova, un barrio de San Petersburgo, como si anduvieran por Desamparados y todo gracias al traductor de Google. ¡Bendita tecnología!
Los ticos se apoderaron del pueblo. Andan por él como Pedro por su casa.
Necesitaron menos de seis días para hacerse amigos de todo el mundo. Tenían guardadas algunas palabrillas en inglés para salvar la tanda, pero los rusos nel pastel con esa lengua así que no queda más que agarrar el celular y ponerle con la traducción.
La primera gran prueba la tuvieron cuando necesitaron un sartén para cocinar. Alexis fue a la "pulpería" donde un ruso llamado Igor lo escuchó e hizo algo que lo dejó sorprendido.
"Él dijo 'amigo, necesitas sartén, ven, ven' y nos llevó para la casa", cuenta Montero.
A partir de ese momento el traductor fue un exitazo. Hay que agradecerle la gran idea al hijo de Alexis, que se llama Alexander y es maestro en la Escuela República de Paraguay.
Después de ese momento Juan José y Alexis han conocido muy bien a los "pulperos", verduleros, al chofer de Uber y a otro poco de vecinos del apartamento donde se hospedan durante el Mundial.
Han ido formando un grupo tuanis de amigos.
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A uno de ellos, que se llama Momi, lo contrataron para que les hiciera un tour por la ciudad. "Nos llevó por todo San Petersburgo, a un castillo de los zares", cuentan Montero y Padilla.
Los ticos han pasado mucho tiempo con esas nuevas amistades y han ido saliendo a flote las historias de vida. Varias personas les han contado a los compatriotas que están como refugiadas en Rusia porque son de Kazajistán y otros territorios donde hay problemas.
Los nuevos amigos ya hasta cuentan con sus camiseticas de Costa Rica, saben decir "pura vida", "amigo" y otras palabra en español. Tienen muy buenos maestros cerca.
Cuando agarran la calle Juan y Alexis se van como si nada. Eso sí, deben cuidarse de no dejar el celular en la casa porque es, por decirlo así, su arma de sobrevivencia.
"Me ha sorprendido, con eso (el traductor) se comunica uno bien con la gente, es de mucha ayuda", cuenta Juan.
Aunque llevan en Rusia poco tiempo, ya se han dado cuenta de que la gente no es como imaginaban.
"Los rusos son amables, buena gente, no como uno pensaba que eran personas frías. Ya cambió mi opinión porque de entrada en el avión venía un viejo gruñón, pero nada que ver", agregó.
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Y como en todos los viajes se dan anécdotas, aquí hay una de Alexis, quien estuvo a punto de dejar un diente en Rusia. El tico sentía molestias en un diente y los nuevos compitas le recomendaron un dentista cercano que se lo sacaba por solo 2000 rublos (unos ¢19 mil). La salvada es que parece, al menos por ahora, que no será necesario.