César Alpízar tenía una vieja confiable bajo la manga, la receta para que Puntarenas volviera a ser un equipo que impone respeto en la Olla Mágica, que compite contra el más pintado y que hoy se codea con los primeros lugares del Clausura 2025.
El Puerto apostó por uno de los suyos, un técnico que conoce la provincia, que entiende su ADN futbolero, y que logró enderezar el barco naranja. Alpízar, de 36 años y oriundo de Esparza, sabe que su conocimiento del entorno ha sido clave para cambiarle la cara al equipo.
Puntarenas FC terminó último en el Apertura 2024, con el descenso respirándole en la nuca. Hoy, aunque el peligro no ha desaparecido, el cuadro ya abandonó el sótano y le sacó cinco puntos de ventaja a Santa Ana en la tabla acumulada.
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Y no solo eso, en el Clausura marcha tercero con once puntos de quince posibles, sigue invicto, y la Olla Mágica vuelve a latir con fuerza. ¡Qué barbaridad! Con Alpízar al mando, el Puerto ¡está hecho una máquina!”
“Conocer el entorno es clave. Marcelo Bielsa, antes de llegar a un equipo, estudiaba a fondo a sus jugadores, sus personalidades y la idiosincrasia del club, porque al final eso influye en la gestión. Se trabaja con personas”, dice Alpízar.
Y esas personas que se lograron meter en la estructura del Puerto tenían que tener ambición, ser trabajadoras y “buena gente”. “Todos tienen que tener ganas de crecer y eso es lo que hemos transmitido a todos”, manifestó.
Su trabajo va más allá de lo táctico. Ha convencido con sus futbolistas de lo que significa jugar en el Lito Pérez, de la garra porteña y del peso de la camiseta naranja. “Les vendo la ilusión de que podemos competir. Tenemos un buen equipo, pero al final es la identidad porteña: trabajo, lucha, intensidad en los entrenamientos y que eso se refleje en los partidos”, explica.
Esa mentalidad ha sido clave para revitalizar al equipo, pero Alpízar no se cuelga solo la medalla. Destaca el papel de su cuerpo técnico, formado por Rodolfo González y Randall Porras, con quienes ha construido un grupo sólido y comprometido.
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“El cuerpo técnico ha sido fundamental. Rodolfo es un gran profesional, y a Randall lo conocía de las clases para la licencia, una persona ética, profesional y amigo mío. Ellos han sido claves para que el equipo esté como está ahorita”, reconoce.
Pero Alpízar también sabe que esto apenas comienza. Le gusta el reconocimiento, pero mantiene los pies bien puestos sobre la arena. No hay tiempo para distracciones. Su meta es clara: sacar al conjunto chuchequero de la zona de descenso, meterse en semifinales y, una vez ahí, soñar con el título.
Esperanza naranja
El buen brete se nota en la grada. El Lito Pérez ya no es solo la casa de los fieles de siempre, los que van con todo y samba a cada estadio. Ahora, el resto de la afición empieza a sumarse.
“Cuando me nombraron hubo discordia. Algunos dudaban, otros me apoyaban, pero el estadio se ha ido llenando. La afición porteña puede ser la más apasionada del campeonato y eso genera presión, pero también es una gran responsabilidad”, afirma el estratega.
El barco naranja sigue navegando. Y si mantiene el rumbo, el Puerto puede terminar en fiesta.
Pudo ser jugador. César Alpízar se describe como una persona soñadora, que en algún momento tuvo condiciones para jugar al fútbol, pero no estaba enfocado para desarrollarse profesionalmente.
Cuando lo supo, se enfocó en la dirección técnica y agradece a Luis Emilio Alpízar, su papá, quien siempre lo mantuvo involucrado en los equipos de barrio que tenía.
“Siempre he tenido ese sentimiento de la dirección técnica y, gracias a mi papá, siento que me he preparado bien, tengo ganas de crecer, de ser mejor día a día”.
Dijo que admira al técnico español Unay Emery.