Don Egon Luciano Arroyo Chaves cumplirá 99 años este sábado 26 de octubre. Es un hombre que ha tenido una vida larga, con muchas historias que contar, algunas increíbles, como la del lugar en el que vino al mundo, el estadio Nacional de la Sabana, que apenas tenía meses de construido en 1925.
Mata Redonda, San José se registra como su lugar de nacimiento, según el Tribunal Supremo de Elecciones, mismo sitio donde en diciembre de 1924 se inauguró el templo deportivo y en el que han brillado las máximas luminarias del deporte costarricense.
Resulta que cuando se construyó en aquella época un proyecto de tal magnitud, don Ricardo Moreno Cañas, además de ser un doctor y político muy querido y reconocido, hoy benemérito de la patria, era el presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, y le dio al papá de don Egon un trabajo y misión muy especial, dado que además era su chofer.
El doctor Moreno Cañas nombró a don José Rafael Arroyo como el guarda y encargado de mantenimiento del lugar, y para que pudiera cumplir sus funciones dejó que viviera junto con su esposa, doña Lidia Chaves Barboza, en una pequeña casita abajo de la gradería este.
“En La Sabana se construyó un estadio y quiero que te vayas como guarda de seguridad; vas a vivir ahí, así que no tenés que pagar alquiler. Ellos vivían en Barrio Aranjuéz y se pasaron al estadio en 1923, el año siguiente se inauguró, y en 1925 nací yo ahí mismo”, contó don Egon.
A pesar de su edad, este abuelito sorprende que aún está bien pochotón, su memoria se mantiene en gran forma, conversa sin problema alguna y le encanta sentarse a ver fútbol; en especial, los partidos de Alajuelense, el equipo del que toda una vida ha sido fan y al que tiene fe de verlo campeón de nuevo.
Allí habían tres cuartos con el fin de guardar muchas cosas que se usaban en el estadio y en uno de ellos fue donde nació don Egon, cuando el estadio tenía apenas diez meses de haberse inaugurado.
Por casi diez años, el pequeño fue creciendo mientras veía a los principales ídolos del fútbol de la época jugar allí; Eladio Rosabal Cordero, José Rafael “Fello” Meza y Alejandro Morera Soto, a quien luego conoció y fue tanta la admiración que despertó en él, que se convirtió un ferviente manudo.
“Yo voy con Alajuela, porque además mi papá nació en Alajuela, siempre tirábamos todos hacia allá aunque vivíamos en San José. Conocer a don Alejandro fue algo muy bonito; yo veía hasta los entrenamientos los días que iban a practicar, todos llegaban en bicicleta o en el tranvía que llegaba a la esquina noroeste del este, solo uno tenía carro, (Ricardo) el Poeta Bermúdez”
“Los jugadores llegaban con cajas de herramientas, los equipos llegaban a entrenar y los veía. Luego observaba todos los partidos, corría junto con los jugadores por los corredores dentro del estadio y hasta acompañaba a las personas que daban aviso de cómo quedaban los juegos, pues no había radio entonces”, recordó.
En una ocasión don Alejandro hasta se lució con él al regalarle unos tacos y una bola, la que, lamentablemente, no le duró de tanto uso que le dio y que, finalmente, fue caer en la casa de un vecino. Con todo eso, además de su calidad futbolística se lo tenía ganado.
El tiempo pasó, y la familia se fue a vivir al centro de San José luego que su papá terminara de trabajar en el estadio, por lo que desde hace cincuenta años vive en Hatillo, donde descansa tras pensionarse de trabajar en el Instituto Costarricense de Electricidad desde hace ya varias décadas.
Con el pasar de las épocas, las ocupaciones y la familia ya no tenía tanto tiempo para ir a su vieja casa, solo en ocasiones especiales.
Para él ver todos los cambios que ha tenido el estadio y como en el 2008 se demolió la que fue, literalmente, su casa es algo que le impactó bastante; sin embargo, con el que se construyó en el 2011 también siente cariño, pues hace unos años lo invitaron a conocerlo y hasta le regalaron souvenirs alusivos que guarda con cariño.
“Me pareció fantástico, yo nací donde era la gradería de sombra, la que tenía techo. Me gustó mucho, ojalá la gente lo cuide y dure muchos años más”, es el mensaje de don Egon para un lugar que tanto para él como para muchos, se quiere muchísimo y más que nunca se debe trabajar por conservarlo, a pesar de todas las dificultades que puedan aparecer.