Cuando algo se mete en la cabeza, cuesta sacarlo… pero cuando se mete en la pierna, cuidado y se lo tienen que arrancar con una llave de perro, como le pasó al reconocido periodista deportivo Guillermo Antonio Ulate.
El comunicador aprendió por las malas lo que pasa cuando uno no hace caso a las indicaciones médicas. Treinta años después de una fractura, su testarudez casi le cuesta la pierna derecha.
Todo empezó en una mejenga entre canal 2 y canal 4, de aquellos torneos de prensa. En una jugada, metió la pierna fuerte para recuperar la bola y ¡auucch!, se quebró la tibia y casi se lleva el peroné. Lo llevaron al hospital Calderón Guardia, donde el doctor Carlos Palavicini lo operó y le puso un pin en la pierna.
Hasta ahí todo bien. El problema fue que el doctor le dijo que se lo quitara en dos años… y él no hizo caso.
30 años después
Don Guillermo siguió con su vida como si nada: trabajando, corriendo de un lado a otro, yendo de aquí para allá y sin ninguna molestia. Según su entender, si no molestaba, no había por qué sacar nada. Pero en setiembre del año pasado, empezaron los dolores.
Fue a consulta y lo mandaron al Calderón Guardia, pero él, necio, no quería pasar diciembre en el hospital. No le bastaron 30 años y los primeros dolores. Se hizo el “maje” otra vez.
Siguió con el dolor, renqueaba. Empezó a sentir que la cabeza del pin se le salía, casi llegando a nivel de piel.
“Tenía la pelota de la rodilla y debajo la del pin”, recuerda el comunicador.
Dios permitió que me recuperara, hay gente que no lo hace y, a la vez, me envió un mensaje”,
— Guillermo Antonio Ulate, periodista deportivo
El 8 de enero, sus hijos lo agarraron casi a la fuerza y lo llevaron al hospita. La situación era tan grave que al día siguiente ya estaba en cirugía. “Gracias a mis hijos porque uno es cabezón”, recordó.
La operación, en teoría, era sencilla: abrir debajo de la rodilla, sacar el pin y listo. Pero el clavo había quedado pegado al hueso como si fuera parte del cuerpo. Estaba adherido.
“Me tuvieron que dormir y sacar el pin con una llave de perro. Fueron casi tres horas de cirugía”, contó.
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El doctor Palavicini hizo un trabajo impecable, pero la infección ya estaba avanzando y Ulate estuvo a punto de perder la pierna.
“Yo fui el cabezón que no hice caso. Como no me dolía, según yo, me lo podía dejar. Pero qué va, casi pierdo la pierna”, confesó.
Memo Ulate salió del hospital hasta el 31 de enero. Solo para que se den cuenta que el asunto no fue jugando.
Lección
Don Guillermo quiso contar su historia para que otros no cometan el mismo error.
“Cuando un doctor le dice que haga algo, hágalo. No sea cabezón, que después la vida le pasa la factura, a mi casi me cuesta una pierna”, advirtió.
4
— meses con el dolor duró Ulate, antes que lo operaran
Pero más allá de la enseñanza médica, él siente que Dios también le estaba enviando un mensaje.
“Yo estaba planeando hacer algo en enero que no estaba bien. Y vea, Dios me dijo: ‘No señor, se queda aquí’. Para mí, esto fue una señal”.
Sin duda, una dura lección de vida que Guillermo Antonio aprendió por la vía más dura. Ahora tiene claro que la obediencia a los doctores debe ser primordial en cada persona y que las señales de Dios son para algo.
Lo bueno es que Guillermo Antonio hoy está con “toda la pata”, con las dos, pero por 30 años jugó de intrépido y casi lo paga más caro de la cuenta.