El pastor Jasper McDonald, padre del futbolista Jonathan McDonald y del exfutbolista Yherland McDonald, se llevó el susto de su vida este sábado cuando estaba en Tierra Santa, Israel.
McDonald andaba con un grupo de 17 personas que visitaban ese país para tener la experiencia de conocer Tierra Santa y logró salir del caos este lunes.
Contactamos a don Jasper, quien está en España donde asistirá a la Asamblea Mundial de Misiones de Dios, que se celebra esta semana, y nos contó cómo fue la experiencia.
-¿Qué estaba haciendo en Israel?
Estaba en misión, llevé un grupo llamado Dios es Soberano, de San Joaquín, a tener la experiencia de la Tierra Santa. Ir a Tierra Santa a recorrer donde Jesús estuvo y caminó.
-Y al momento de los ataques, ¿dónde estaban?
Estábamos en la Vía Dolorosa, creo que para efectos católicos es la octava estación. Allí empezamos a oír los bombardeos, pero no estamos habituados a eso. No fue tan impresionante al principio, hasta que el guía nos paró y nos dijo que teníamos que regresar al hotel porque estalló una guerra. Ya cuando él dijo “una guerra”, uno tampoco lo dimensiona, no tenemos esa referencia, pero ya era otra cosa.
Vimos soldados saliendo por todos lados, no sabemos dónde estaban metidos, empezaron a cerrar los negocios, la gente se esparcía a lugares donde saben que es seguro. Nosotros no sabíamos.
Éramos 17 y todos logramos salir. Algunos tenían otros destinos. Un grupo regresó a Costa Rica y yo estoy en España aún.
-¿Y cómo hicieron para irse?
Después de estar en la Vía Dolorosa, el bus nos estaba esperando en el Muro de los Lamentos. Luego empezaron a sonar las sirenas y todo el mundo salía corriendo a refugiarse y nosotros sin saber a dónde correr. Seguimos a una gente y nos metimos en un lugar donde estaban rezando los judíos. Luego entendí que era como un búnker. Fue muy aterrador. Estábamos en campo abierto.
Uno sabe lo que significa el Muro de los Lamentos y rápidamente uno piensa que es un objetivo por ser un lugar santo.
En la Vía Dolorosa, el guía dijo que todos los turistas tenían que regresar al hotel para no andar en la calle exponiéndose.
-¿Pero los misiles cayeron cerca de usted? Porque usted dice que los oyó.
No, era lejano, pero se podían oír. No diría que es como un juego de pólvora, es un sonido más contundente, además, algunos misiles son interceptados en el aire y la onda expansiva se amplifica.
-¿Cuál considera que fue el plan de Dios para usted con esa experiencia?
Dios sabe por qué hace las cosas. Lo que experimenté en ese momento fue espiritual. Esa paz que da Dios a través de Jesús cuando uno tiene una relación con Él, porque a pesar del susto humano, tenía internamente una paz, que es la que solo Él puede dar. A pesar de que había que tomar medidas y moverse, fue importante para mí en medio de la zozobra, poder sentir esa paz de Dios. Eso no se desarrolla así como así, hay que tener una relación con Dios. Esa seguridad de que si uno muere, ya sabe uno a dónde va. Para mí esa parte fue fundamental.
-¿Les costó salir?
Sí, costó. Agradecemos al cónsul que hizo un trabajo muy bueno, siempre estuvo pendiente, cuando íbamos al aeropuerto nos pidió que le avisáramos cuando llegáramos a Turquía.
-Un aeropuerto en un estado de guerra es una zona de riesgo, ¿cómo fue esa experiencia en ese lugar?
La pareja que salió antes que nosotros cuentan que sí fue bastante fuerte porque los recibieron con ataques. Que todo el mundo salía corriendo a refugiarse.
Al llegar nosotros era un caos porque todos querían irse. Los vuelos eran suspendidos. Nos suspendieron los vuelos varias veces. Eso pone a la gente más tensa. El cónsul, el segundo día, nos hizo ver que era una guerra, no era una cosita, un pleito como tantos en Costa Rica. “Cada minuto que esté aquí su vida corre peligro”, me dijo. Entonces imagínese.
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En el caos, la gente buscaba tiquetes de mil euros, cuando quizás costaban 200 euros. Mi vuelo era más tarde y aguanté más. No es fácil gastar repentinamente esa cantidad de dinero. Todo el mundo se quería ir y las líneas estaban llenas de gente.
-Dice que le cancelaron el vuelo varias veces.
En nuestro caso tuvimos que ir dos veces al aeropuerto, la primera vez sin suerte. La línea ni siquiera estaba y tuvimos que regresar al hotel como a las 3 de de la mañana que quedaba como a 40 minutos y regresar al día siguiente con la claridad de que teníamos que esperar no sé cuántas horas. Cuando pudimos salir llegamos a Turquía, eran once horas de espera. Allí ya estábamos más seguros.
- ¿Y a nivel de familia, estaba incomunicado o sí pudo hablar con ellos?
Sí tuve comunicación, claro que estaban preocupados. La diferencia de horas era difícil, cuando ellos dormían yo no, pero ayer hubo una reunión por Zoom (el lunes). Yo no les decía todas las verdades, pero tengo dos hijos grandes, que no son tontos. Uno insistía, estando allá, en que le mandara la ubicación y era para sacar la distancia a la que estaba de los bombardeos.