Paolo Jiménez, quien se retiró del fútbol cumpliendo su mayor anhelo: ser campeón con el Cartaginés, mostró su agradecimiento al técnico Géiner Segura por meterlo en los últimos minutos de la histórica final.
Aunque su ingreso también fue una especie de tributo por ser un brumoso de corazón, formado en la cantera, Paolo tampoco fue que entró solo por eso.
Su equipo aún no tenía el título asegurado y por eso él tenía un rol muy importante en el epílogo del juego.
Jiménez conversó con La Teja ya con la medalla de campeón en el pecho de lo que significa para él este momento de su vida.
“Anhelaba entrar porque sabía que íbamos a ser campeones, el partido no estaba cerrado, la Liga estaba adentro, tenía todos los jugadores arriba, en cualquier segundo podía haber un mal despeje, una bola bien centrada y traer un gol en contra. Agradezco a Géiner que pude vivir ese rato.
“Tenía el anhelo de ser campeón, de vivir la final y que en el momento de escuchar el pitazo final estar adentro. En la final de segunda fase también jugué un rol al final, me llevé la bola a la esquina. En este sabía que iban a tirar el balón al área, pero no es igual que lo tire Bryan Ruiz que el Pipo, que lo suyo es defender y no tiene tanta precisión, entonces sabía que tenía que acosar lo más posible para que no tiraran centros”.
-¿Es definitivo que se retira, o lo puede reconsiderar?
Es definitivo, soñé retirarme de esta manera. Cuando a uno se le acerca el final de la época deportiva se imagina cómo quiere que sea y esta es la manera que la soñé y se me pudo dar. No hay vuelta atrás, quería salir por la puerta grande, que mi nombre quedara escrito en letras doradas.
- A usted lo entrevistan en FUTV luego del partido y no podía hablar de la emoción, ¿ya vio esas declaraciones?
No lo he visto, pero fue un momento de shock, complicado, incluso cuesta acordarme de la situación. En el momento que el árbitro pitó, se me vinieron cosas a la cabeza, estallé de la alegría, de júbilo, por lo que ese momento significaba y recordar momentos, son 20 años de carrera y 17 fueron con Cartago, recordé las dos veces que peleamos el descenso, tanto tiempo que no nos pagaban, los momentos complicados, también hubo momentos felices, pero hubo tristes que fortalecen el carácter, hacen entender que las cosas no son fáciles.
Todo se vino rápido a la cabeza, fue un golpe difícil, complicado, no podía hablar, fueron muchas cosas, pero lo bonito es que las lágrimas fueron de felicidad, de éxtasis por lo que pasaba y fue un sentimiento, eso lo expresé. Cuando el árbitro pitó, no sabía ni qué hacer, ni qué expresar y lloré como un niño, porque se me vino a la cabeza todo lo que pasé.
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- El partido estaba muy duro, ¿usted esperaba entrar en ese momento o estaba muy nervioso?
Estaba deseando participar, yo lo que quería era eso, ansiaba entrar y dar mi granito de arena, no estaba pensando en que era el partido en que me iba a retirar, solo pensaba en ayudar a los compañeros, a ser parte de esa lucha deportiva, uno piensa en jugar lo que sea, apoyar en ese momento, porque veía compañeros cansados, exhaustos, que lo dieron todo. Cuando Maurico y Géiner me llaman, solo les digo, ‘¿qué necesitan, qué quieren que haga?’. Me dieron las indicaciones y adentro.
-¿Acuñaría como propia la famosa frase que está en boca de los cartagineses hoy en día de, ‘ya puedo morir tranquilo’?
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Es una frase superusada para nosotros los cartagos, los que hemos vivido tantas situaciones. Además, lo estoy viviendo porque como todo en la vida, la mayoría de palabras o libros, son cuestión de interpretación, a mí me está pasando, puedo morir tranquilo en mi carrera deportiva, le voy a poner fin de esta manera, puedo irme por la puerta grande, como lo imaginé. Esa frase en mi vida calza apenas. Pero si nos ponemos serios, lógicamente, en la parte de la vida, muchas veces es exagerado decirlo. Tengo hijos, esposa, muchas responsabilidades con gente que nos quiere y no lo podría decir. Yo moriría tranquilo si mis hijos estudian y son buenas personas, siendo un buen esposo, siendo aún un buen hijo.