Algunos autos son verdaderos compañeros de vida. Tal es el caso de Pancho, un impresionante Chevrolet de 1954, que sigue rodando con fuerza y estilo por las carreteras costarricenses.
Su dueño, un apasionado de los clásicos, encontró este tesoro hace 15 años en Paraíso de Cartago y, desde entonces, lo ha convertido en su fiel compañero de aventuras.
La historia de Pancho comienza cuando su dueño, de visita en Paraíso, notó el icónico auto con un letrero de “Se vende”.
La conexión fue inmediata. No fue una compra impulsiva, sino el resultado de varias visitas y una negociación que terminó con un canje de vehículos. Desde ese momento, este Chevrolet Advance Design se convirtió en parte inseparable de su vida, contó Ruth Chavarría, la esposa del dueño.
Aunque Pancho ha pasado por varias mejoras, mantiene su esencia clásica. Originalmente pintado de naranja, su dueño ha trabajado en restaurarlo y optimizarlo sin perder su carácter único. Sigue siendo anaranjado, pero parece nuevo.
Cuando su propietario lo encontró, le renovó el entusiasmo por los carros, que estaba “apagado”. Supo, desde ese momento, que sería su carro de por vida.
Mucho tienen que ver sus familiares, que viven en California, donde hay muchos de esos autos, y recuerda sus aventuras en la ruta 66. El carro le llegó como su autorregalo de 50 años.
Lo más impresionante es que este abuelo de la carretera tiene un corazón joven: su motor fue cambiado por el de un Corvette 93, lo que lo convirtió en un verdadero bólido. “En pista vuela”, dijo Ruth, quien asegura que Pancho conserva su alma clásica, pero con una potencia renovada.
Para los amantes de los autos clásicos, no hay mayor satisfacción que ver a su joya en acción. Pancho no es un vehículo de exhibición: es un compañero de viaje que rueda por las calles de Costa Rica con su característico rugido.
A donde va, llama la atención. “Es curioso como hay amigos que solo saludan cuando uno anda en Pancho”, cuenta entre risas doña Ruth, acostumbrados ambos, a recibir pulgares arriba, aplausos y solicitudes de fotos en cada semáforo.
Este Chevrolet no solo es un símbolo de nostalgia y buen gusto, sino también un recordatorio de que los autos pueden ser parte de la familia.
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“Seguro lo entierran con el auto”, afirma Ruth, dejando claro que Pancho no está a la venta. No hay precio que pueda igualar el valor sentimental de un carro que ha acompañado tantas historias y kilómetros.
Así que, si un día ven pasar a Pancho por la carretera, sobre todo en Curridabat, donde viven sus dueños, no duden en saludar. Estarán viendo un verdadero chuzo de la semana, un Chevrolet de 1954 que no solo es un clásico, sino que vuela con alma joven por las calles de Costa Rica.
Nota redactada con ayuda de inteligencia artificial y revisada por un periodista y un editor de La Teja, basado en las declaraciones proporcionadas.