El día que yo le diga en la oficina a un compañero de trabajo “me cag... en la put... que te parió”, ese mismo día paso a engrosar las altas y tristes cifras de desempleo del país.
En la Liga insultar al árbitro se volvió un deporte y ¿qué hacen en la institución? Hasta ahora nada.
Si Marcos Ureña insultó a un réferi, lo mandan para la casa cuatro fechas y lo que hace es irse de fiesta, ¿ustedes creen que a Leonel Moreira o a cualquier otro jugador le va a preocupar si lo sancionan por lo mismo?
Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta, dicen.
En la Liga hace falta autoridad y trabajo sicológico porque no puede ser posible que un futbolista pierda el control cada vez que sienta que las cosas no salen como considera.
Porque que yo sepa, eso le pasa a empleados de trabajos comunes y corrientes y la solución no es mentarle la madre al jefe.
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Los árbitros se equivocan en todo el mundo, pero solo en el fútbol criollo ve uno esos espectáculos de jugadores reclamando de formas tan desagradables, en las que hasta los compañeros los tienen que jalar para evitar que la cosa pase a más.
A algunos futbolistas se les olvida que en cada partido los ven millones de personas y entre esas miles son niños que los toman como ejemplo. ¡Vaya ejemplo!
Y a la dirigencia de la Liga también se le olvida que mientras sigan pasando estas cosas y no pongan sanciones de verdad, la 30 seguirá siendo solo un sueño.
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