Muy lamentablemente tengo que decir que los vergonzosos actos de violencia protagonizados por futbolistas, miembros de los cuerpos técnicos y aficionados tras la gran final entre Alajuelense y Herediano, no deberían sorprendernos. Y es que lo que vimos el viernes en el Morera Soto no es más que el reflejo de la sociedad costarricense de los últimos años.
Ya llevamos mucho rato alejándonos y alejándonos de ser un país de paz, una característica por la que siempre hemos sacado pecho, pero que simplemente la estamos dejando perder.
Estos días, en redes sociales muchos escribían comentarios en los que expresaban no entender cómo un partido de fútbol puede provocar una verdadera batalla campal, pero es que a como está nuestra querida Costa Rica, cualquier simple pretexto parece ser suficiente para agredir a otro.
¿Cuántos videos hemos visto estos meses de pleitos en la calle? No nos vayamos muy largo, ayer dos jóvenes fueron apuñalados en una fea bronca en el campo ferial de Zapote.
Otra prueba de que la violencia va ganando por goleada el partido es revisar la cifra de homicidios, que hasta ahora está en 873 casos, un número que, si bien no llegó a los 904 del año pasado, debería asustarnos.
LEA MÁS: Fractura de cráneo de joven en la gran final podría incrementar el castigo a Alajuelense
En redes, a diario, vemos manifestaciones de odio y violencia en cientos y cientos de comentarios. En las calles cualquier cosita hace explotar una bronca entre choferes y este año incluso vimos como el pleito entre dos familias vecinas terminó con un asesinato.
Ojalá hayan fuertes sanciones por lo que pasó, pero el fútbol y el país necesitan trabajar duro para remontar y derrotar a la violencia.