Muchas veces para dimensionar la magnitud de la cosas necesitamos algún marco de comparación y la decisión de suspender las Olimpiadas Tokio 2020, por culpa del coronavirus, es una cachetada para que reaccionemos.
Los Juegos Olímpicos solo fueron suspendidos en 1916, 1940 y 1944 por dos guerras mundiales convencionales, es decir, con balas, bombas. Hoy la primera guerra mundial contra un enemigo invisible golpea a Tokio 2020, el asunto es delicado pero en nuestras manos tenemos las armas para pelear: agua y jabón.
A pesar del altísimo costo económico, con una inversión de $40 mil millones, las autoridades olímpicas pensaron primero en la salud y los ticos debemos ser conscientes de que el Covid-19 es cosa seria.
Justo cuando el reloj marcaba que faltaban 121 días en el calendario para que la antorcha olímpica ardiera en Tokio, el contador se detuvo.
Más de once mil deportistas, los mejores de cada rincón del planeta, que iban a participar en 36 disciplinas ven como sus planes de desmoronaron y tendrán que replantear sus entrenamientos para el próximo año. Para algunos, doce meses más sobre sus espaldas pueden pesar demasiado en competencias de altísimo rendimiento.
Tenía la esperanza de que para la fecha del inicio de los Juegos, 24 de julio, el fuego olímpico sería una luz al final del túnel, pero por lo visto, falta mucho para que eso. No nos queda más que extremar las medidas higiénicas y disminuir el contacto con el prójimo para tratar de salir bien librados de esta pesadilla que tiene en jaque a la humanidad.