Si la ensartan pierden y si no también. Eso les sucede a los futbolistas ticos con nuestros árbitros.
La noche del pasado miércoles el central David Gómez pitó una falta penal contra el jugador liguista Alfonso Martínez, en la disputa del balón contra el defensor Jean Carlos Sánchez, de Grecia.
Martínez cayó, e inmediatamente se levantó para seguir la jugada. Ya esto fue atípico, porque lo tristemente normal es que los futbolistas hagan más drama de la cuenta, al mejor estilo del brasileño Neymar.
Las sorpresas no terminaron ahí. El volante rojinegro, nacido en la Isla de Chira, le dijo al árbitro que no había sido falta. Y contrario a lo que siempre sucede, que la tarjeta amarilla se la sacan al infractor que siempre reclama, en este caso se la ganó el propio Martínez por decir la verdad, por jugar limpio.
“No sé por qué me saca la amarilla si le digo que no era penal, pero ahí está en lo que él decida”, dijo Martínez después.
Y para terminarla de embarrar, en el informe arbitral Gómez explica la razón de la amarilla: “Minuto 62 #16 Alonso Martínez Batista por ser culpable de conducta antideportiva al intentar engañar al árbitro”.
¿Quién mintió, quién fue honesto? Considero que la amarilla al jugador alajuelense debería ser eliminada y Gómez debería ser sentado en la silla caliente.
Mi reconocimiento al joven deportista porque esos son los valores que deben prevalecer, los que deben servir de ejemplo para otros futbolistas, entrenadores tramposos y las ligas menores.
Ya se eliminaron las barras de los estadios, gracias a Dios, ahora debemos desterrar a los Neymar y dejar de enaltecer la llamada mano de Dios que tantos admiran.