Teníamos todo en contra en la eliminatoria hacia Catar 2022, el poco tiempo con el que llegó el técnico colombiano, Luis Fernando Suárez, nos pasaba la factura.
El manoseado grupo, despreciado por el uruguayo Gustavo Matosas y luego entregado al inexperto Ronital González, no pintaba nada bien.
Suárez necesitó tiempo, el cual no tenía, para conocer la idiosincracia del costarricense.
Cuando fue entendiendo cómo es el tico empezó a hacer su equipo y enrumbar el barco, a sacar lo mejor de lo poco que tenía, y se animó a ir inyectando sangre joven. Ningún técnico nacional se hubiera arriesgado.
Con los primeros y agónicos resultados positivos parecía que se podía, y empezó a surgir ese extraño ADN de los ticos, el que solo brota cuando tenemos el agua al cuello y nos ponemos serios. Así somos y Suárez lo entendió en el momento justo.
“Lo que hizo el grupo es una demostración del costarricense, alguien que siempre da al cien por ciento. Esto es una demostración de eso, de lo que es el buen tico, lo que es este país, agradezco mucho estar acá, jugar un mundial es algo muy lindo, lo merecíamos”, dijo Suárez.
“De estos jugadores yo tengo un orgullo profundo porque en mi vida nunca había dirigido un grupo humano como este, que tira tanto para adelante, que no piensa en uno solo, sino en un conjunto. Creo que aprendí a que todavía tengo muchas cosas por aprender”, aseguró.
Por ese ADN es que espero que superemos el grosero apagón educativo que desde el 2018 sufren nuestros estudiantes por huelgas de educadores y la pandemia.
La crisis económica y el desempleo también nos asfixian, podemos surgir, y en ello el boleto mundialista podrá ayudarnos.