El fair play no existió el viernes por la noche en las instalaciones de la Fedefútbol.
Ese día se realizó la Asamblea Extraordinaria y convocaron a los medios para una conferencia de prensa, luego de que finalizara la actividad.
Muchos llegamos a la 1:15 de la tarde, para ingresar a hacer tomas. No sabíamos a qué hora terminaría, pero por los temas que se tratarían (estafa a la Federación y el fogueo contra Irak), muchos suponíamos que eso iba pa’ largo.
Hubo humo blanco a eso de las 8:30 p.m. y Rodolfo Villalobos, presidente de la Fedefútbol, atendió a la prensa. La conferencia duró casi una hora. En mi caso, debía enviar una nota con lo explicado por el dirigente y la estaba escribiendo desde el auditorio.
Ahí comenzó mi pesadilla.
Antes de finalizar, Gina Escobar, la jefa de prensa, nos pidió que nos fuéramos a la casetilla del guarda a terminar. No sé si lo dijo en son de broma, pero yo me lo tomé a pecho.
Pero cuando terminó la conferencia, Gustavo Jiménez, también del área de prensa, me dijo ‘tiene que salir, van a ser las 10 de la noche’. Le pedí, amablemente, 10 minutos, pero me volvió a decir, alzando la voz: ‘tiene que salir, van a ser las 10 de la noche’.
A Gustavo, claramente, se le olvidó cuando él, como periodista, tenía que rodar calle. Se le olvidó que tenía que ponerle para cerrar una nota a tiempo. Tarjeta roja, por no echarme una mano.
Ahora, seguramente, siente que los periodistas estorbamos, porque íbamos a cuestionar sobre los temas tratados, en busca de las respuestas que se nos han negado desde que finalizó la Copa del Mundo.
Tomé la compu y me fui a la caseta del guarda y le pedí permiso para entrar, pero me dijo que no podía dejarme ingresar y no me quedó de otra que sentarme en una casetilla, a unos 20 metros de la entrada de la Federación, aprovechando que tenía un bombillo y podía terminar mi trabajo.
Para algunos me estoy haciendo la víctima, pero quienes estamos en esto sabemos lo que implica terminar una noticia. No pudieron ayudarme hasta el último minuto pero, afortunadamente, el desplante de Gustavo no me quitó el impulso para terminar mi trabajo; es más, me hizo demostrarme que fuera de un auditorio y llevando frío, puedo lograrlo.