El grito de guerra de Alajuelense: “¿Cuál equipo es el mejor? ¡Liga, Liga, sí señor!”, volvió a tomar sentido.
Por donde se le vea, esta Liga es el mejor equipo del país. Veamos.
Es el actual y merecido campeón nacional.
Tiene la mejor planilla del país.
Cuenta con una infraestructura que llena de envidia a los rivales, que seduce a figuras cotizadas y que comenzó a dar frutos mucho más rápido de lo esperado.
Estabilizó las finanzas y le dio forma a un proceso, una tarea titánica en un fútbol tan cortoplacista y complaciente como el nuestro, en el que la mayoría de decisiones se toman con el corazón y no con la razón.
La continuidad de ese proyecto y las figuras que lo encabezan (Agustín Lleida y Andrés Carevic) permitió que todas las divisiones menores de Alajuelense jueguen igual que el primer equipo.
Por eso es que actualmente el técnico puede hacer seis cambios de un partido a otro y, así sea un cachorro el que ingresa, no desencaja con la experimentada manada de leones.
La Liga ya sabe a lo que juega y en ese apartado le lleva ventaja a sus principales rivales: Saprissa y Herediano, ambos con el técnico pendiendo de un hilo.
El campeón nacional tiene experiencia, madurez y juventud, pero lo más importante es que en cada una de esas generaciones hay calidad.
La Liga, que ahora se hace llamar del futuro, es dueña del presente del fútbol tico y si continúa por ese camino, podríamos presenciar el nacimiento de una nueva y exitosa era manuda.
Pero calma, hay que darle tiempo al tiempo, que para poder pensar en una hegemonía rojinegra primero hay que ganarlo todo, como solía hacerlo antes el León.
Pero mientras vemos qué ocurre, la noble afición rojinegra debe disfrutar de las mieles de la estabilidad, que ya tuvo que esperar siete largos años para llegar a donde está hoy, el día que puede volver a gritar con orgullo: “¿Cuál equipo es el mejor? ¡Liga, Liga, sí señor!”.
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