La Liga últimamente ha hecho muchas cosas bien, pero ha pecado y mucho en la elección de sus técnicos.
No hablo solo de Albert Rudé (del que ampliaré más adelante). Podemos irnos más atrás, porque incluso desde antes de que Agustín Lleida tomara decisiones, en El Llano se elige a ojos cerrados uno de los puestos más importantes de la institución.
Como manudo es imposible olvidar los torneos que la Liga botó a la basura por servir de escuelita de técnicos o por confiar en entrenadores que no tienen los méritos para sentarse en la misma silla que alguna vez ocuparon Jorge Luis Pinto y Óscar Ramírez.
Alajuelense contrató a Rubén Israel (QdDg), pero el técnico uruguayo renunció, sin siquiera debutar, por un problema de salud.
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¿Cuál fue la “grandiosa” idea para sustituirlo? Dejar a cargo a Nicolás Dos Santos, un preparador físico (¡Sí, ni técnico era!) que nunca en su vida había dirigido a un equipo de fútbol, pero que sirvió de apagafuegos solo porque tenía licencia para dirigir. ¡Dios mío!
El resultado ya todos los sabemos, fue el técnico que iba ganando un clásico 3-0 en el Morera Soto y gracias a sus ocurrencias Saprissa empató 3-3 y estuvo a minutos de ganarle el partido.
Tiempo después la Liga puso como interino a Luis Diego “el Flaco” Arnáez, quien dirigía en segunda división y no tenía ningún otro mérito para llegar a la Catedral más que “ser un hombre de la casa”.
Al Flaco le fue como un quebrado, pese a eso lo aguantaron un torneo más y el resultado fue otro título perdido.
Después llegó Andrés Carevic. Un entrenador trabajador, que si bien le dio la 30 al equipo, ¿cuánto costó ese título?
De cuatro campeonatos nacionales que disputó el argentino, solo ganó uno y dos de esos los perdió, precisamente, por falta de espuela. ¿Ustedes creen que un entrenador con colmillo hubiese perdido la final del ‘Pinedazo’ o la semifinal contra un Saprissa en el que ni su afición confiaba?
En vez de aprender la lección, la Liga se trajo a Luis Marín, un técnico que venía de demostrar con Herediano que no estaba para esos trotes.
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Yiyo terminó jalándose uno de los ridículos más grandes de la historia del club, quedando eliminado de la Liga Concacaf con el Guastatoya de Guatemala.
Como si el daño no fuera lo suficientemente grande, a Agustín Lleida luego se le ocurrió poner a cargo a un amigo suyo, que goza de la teoría, pero no de la práctica.
Como todo buen aprendiz, Rudé en poco tiempo ya se ha jalado sus tortas: perdió una final --de segunda fase-- contra un Saprissa que, en teoría, llegaba en desventaja; lleva cuatro clásicos sin ganar y en el último, el de este domingo, llevó la palabra ridículo a otro nivel.
Además, tampoco le ha podido ganar a Herediano, aun jugando casi 90 minutos con un hombre de más.
Su equipo es intermitente, tanto que a veces solo juega bien un tiempo y en otros juegos, como el de este domingo, no juega a nada en los 90 minutos.
Porque ese cuentito de que “la Liga mereció ganar el clásico” yo no me lo trago. El partido fue aburridísimo, uno de los clásicos más agüevados que recuerde y Saprissa estaba contentísimo con eso, pues llegó a empatar y terminó ganando, ¿así o más triste?
¿A un entrenador con espuela le hubiesen hecho ese gol en el último minuto del clásico desde un tiro de esquina?
Mientras la Liga siga siendo una escuelita de técnicos, seguirá desperdiciando el CAR, el bus, la residencia y los fichajes bomba.