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Aunque el tenis no es exactamente el deporte más seguido en nuestro país, sé que hay fans del suizo Roger Federer, el español Rafal Nadal y posiblemente en menor grado del actual número uno mundial, el serbio Novak Djokovic, quien protagonizó un hecho que jaló la atención del mundo deportivo.
Resulta que el pasado domingo Djokovic fue expulsado del famoso Abierto de Estados Unidos por golpear accidentalmente, con la bola, a una jueza de línea durante un partido. Le pegó en la garganta.
El tenista, antes de recibir el saque del rival, sacó una bola que tenía en la pantaloneta y le dio con la raqueta para botarla.
Desafortunadamente impactó en el cuello a la jueza que cayó al suelo gritando de dolor.
Djokovic se disculpó, fue un accidente, sin embargo quedó fuera del famoso certamen en el que buscaba su título 18 en grandes torneos.
Y es que las reglas en el tenis son claras y duras. A pesar del atenuante de que el pelotazo fue accidental, y también sin importar el figurón del deporte mundial que es Djokovic, lo sacaron de la competencia la cual ha ganado en tres oportunidades.
Este alboroto, que al llamado deporte blanco ha puesto de cabeza, me llamó la atención porque me puse a pensar qué hubiera pasado en nuestro país si, por ejemplo, en el fútbol uno de los “grandes” ídolos, o incluso alguno de los clubes más populares, cometiera una falta que merece una ejemplar sanción y está establecida en el reglamento.
Muy sencillo, se buscan todas las matráfulas, habidas y por haber, para evitar el castigo. Y en caso de darse, a los pocos días se inventan la forma de dejarlo sin efecto, y aquí no pasó nada...
