Cuando Dios quiera que algún día nos deje en paz el covid-19, que nos marcará para el resto de nuestra vidas, habrá un personaje que será tristemente recordado: Melvin Núñez.
Si no fuera por la investidura que ostenta no debería importarnos lo que le suceda con el coronavirus. Pero desgraciadamente llegó al Primer Poder de la República junto a un montón de colegas que nunca debieron sentarse en una curul.
Es por ese puesto, cuyo salario y beneficios pagamos todos los costarricenses, que me refiero a él y el lamentable ejemplo que da en esta desgarradora y desgastante guerra contra la pandemia.
Después de hablar pestes de la vacuna contra el covid-19, contagiarse de lo que calificó como una “gripecilla” y ser trasladado del hospital Monseñor Sanabria por problemas respiratorios al hopital Siquiátrico (también atienden casos relacionados con el coronavirus), el sábado pasado exigió que le dieran la salida y lo mandaron para la choza.
Esa actitud contrasta con los grandes esfuerzos que hacen las autoridades de salud por acelerar la vacunación en busca de la inmunidad de rebaño.
Al legislador Núñez le recomiendo que si su salud se complica otra vez, a causa del virus, deberá ser coherente y tener la vergüenza de internarse en un hospital privado y que todo el tratamiento sea pagado de su propio bolsillo. De esa forma no le quitará campo a un paciente que sí lo requiera y que sí valore los esfuezos de los sacrificados funcionarios de Salud.
“Al Miniterio de Salud no se la confío (la salud) y si me muero pagaré el precio, no voy a ceder ante presiones”, ha dicho el legislador.