Cuando tenía apenas 10 años, a Federico Esquivel se le iluminó el rostro al ver por primera vez un Chevrolet Camaro, aquello fue amor a primera vista, aunque no sabía cómo se llamaba el carro ni se le pudo acercar, verlo de larguito fue suficiente para enamorarse.
Este vecino de San Rafael de Montes de Oca nunca olvidó a su primer gran amor y 27 años después, en el 2011, pudo hacer realidad el deseo de tener un chuzo de esta marca americana, luego de buscarlo en subastas digitales, en Estados Unidos.
Esquivel recordó que se enamoró del Camaro cuando era un chiquillo y veía un modelo de estos frente a la casa de sus abuelitos, en barrio Don Bosco, en el corazón de la capital.
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“Cuando era chiquitito, ahí por el año 84, mis abuelos vivían en barrio Don Bosco y al frente de la casa siempre parqueaban un carro blanco que me parecía hermosísimo, parecía sacado de otro mundo, en ese momento no sabía qué modelo era, lo veía por la ventana porque no me dejaban salir.
“En ese entonces tenía 10 años y nunca vi al dueño bajarse del carro, cuando escuchaba el carro salía en carrera a la ventana, pero siempre fue un misterio para mí la identidad de la persona que lo conducía”, recordó.
La curiosidad de este fiebre llegó a su fin cuando estaba en el colegio y volvió a ver otro Camaro y ahí tuvo la oportunidad de preguntarle al dueño qué marca era.
“El señor me dijo la marca y el modelo y eso fue un flechazo y a partir de ese momento me propuse en algún momento tener un carro de esos, siempre pasaba viendo este tipo de carros y era algo que tenía en la mente”, dijo, aún ilusionado.
“El tener este carro es una meta cumplida, uno debe tener metas, aunque sean vanales y se trabajó mucho para conseguirlo”.
— Federico Esquivel, dueño del Camaro.
Esquivel reconoció que en el país cuesta encontrar este modelo de carrito y por eso un amigo le sugirió adquirirlo a través de una subasta digital y ahí fue cuando vio el Chevrolet Camaro Iroc-Z del año 89 y supo de una vez que ese sería su compañero de viaje.
“Lo que más me gustaba del vehículo es que tiene un techo de vidrio llamado T-Top, que se le quita y pese a no ser convertible queda totalmente expuesto. Ese fue el detalle que más me llamaba la atención y no es un detalle exclusivo del Chevrolet, pero ahí fue donde lo vi.
“El carro se compró en setiembre y se atrasó dos meses en llegar, porque en esa fecha está la temporada de huracanes y los barcos no podían salir de Miami. Eso me estresaba mucho y en un momento pensé que había perdido la plata, más que eso se paga en línea, pero al final todo salió bien”, afirmó.
Enterito
Este enamorado de su vehículo afirmó que cuando el carro llegó al país lo recogió su esposa, Mónica, quien estaba embarazada de su hija, Natalia.
“Mi hija Natalia dice que ese Camaro es de ella y es el único carro que ella conoce desde que nació, es la más fiebre por los carros, porque a su hermano, Camilo, también le gustan los carros pero se inclina más por lo tecnológico.
“Cuando el carro llegó al país vimos que tenía un problema en su motor y hubo que cambiarlo por completo. Luego de eso lo llevamos a Riteve y las revisiones técnicas las pasa sin problema, el carro es parte de la familia”, comentó.
Al traer el carro de una subasta, Federico no tuvo que hacerle muchos ajustes y sus piezas son completamente originales.
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“Es de color vino, estos carros son una producción limitada que se fabricó de 1985 a 1990, su motor es un V8 de 5.500 cc, anda aros de un Corvette y sus asientos son grises, de cuero y su volante es color negro.
“Es de motor grande, no le gustan las presas y no lo sacamos habitualmente, lo usamos los fines de semana para hacer mandados y para llevarlo a exhibiciones. A la gente le gusta, pero llama la atención sobre todo de niños, lo ven muy llamativo”, manifestó.