Santos de Guápiles se reforzó para el Clausura 2019 con un futbolista nicaragüense que creció siendo beisbolista y le tocó aprender junto a su hermano a patear la pecosa.
Jasón Ingram tiene 21 años y llegó a suelo guapileño en condición de préstamo por parte del Real Estelí, así que estará dos años con los santistas y si se la juega podrían extender su contrato por mucho más tiempo.
Aún Jasón no ha debutado, pero está listo para cuando Johnny Chaves decida mandarlo al terreno de juego. Podría ser este miércoles (8:05 p. m.), cuando en el Joaquín “Colleya” Fonseca visiten a Guadalupe por la fecha cuatro del campeonato nacional.
Tiro Libre | Persiguiendo la oportunidadEsta es la historia de Ingram, Treminio y Berger tres jugadores del Juventus FC que vinieron desde Bluefields en busca de una oportunidad en los primeros planos del fútbol nacional.
Posted by FutbolNica on Friday, March 16, 2018
La carrera de Jasón |
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Su primer equipo se llamó Bravos de Santa Rosa, después jugó con el Ligua; tuvo su paso por el fútbol sala con el Teodoro Martínez, para regresar al fútbol con el Poitín, Nueva York; hasta que el Real Estelí le puso el ojo para incorporarlo a sus ligas menores, después militó con Costa Caribe, Juventus y regresó a la primera con el Estelí. |
“Desde niño me fui a la finca de mis abuelos, donde se juega mucho el béisbol, ya que allá por el lado de la familia de mi papá, de los Ingram, todos juegan béisbol. Él me lo inculcó desde niño, pero después me inscribieron en una academia de Bluefields que se llama Costa Caribe y ahí empecé. Mi papá quería que jugara béisbol”, comentó el jugador santista.
El volante de los guapileños considera que tenía buen futuro con la pelota chica, pero las vueltas de la vida lo llevaron a cambiar de deporte y resulta que salió bueno para tocar la pecosa.
“Tenía potencial (béisbol), ya a los nueve años estaba jugando en las ligas mayores del municipio de donde era originaria mi mamá y creo que me hubiera ido muy bien”, aseguró.
El cambio de deporte se dio cuando se pasó a vivir a Bluefields, ya que él vivía en Cucarariver y su hermano jugaba en el equipo del barrio Nueva York, un lugar que siempre se ha caracterizado por tener un club de fútbol en la Liga local.
Ingram iba a ver jugar a su hermano y reconoce que no entendía muy bien las reglas, pero poco a poco se fue encariñando con la pecosa.
Curiosamente fue un costarricense el que le dio al joven nica la primera oportunidad en el fútbol.
“Yo jugaba con los Bravitos de Santa Rosa, y había un entrenador de porteros que era tico. Él me dijo que sí quería jugar un amistoso y le dije sí, entonces me propuso que me presentara a entrenar, llegué y me dijo que lo diera todo, porque si lo hacía bien la recompensa iba a surgir, terminó el partido y yo no podía ni respirar.
“Llegué y no jugaba nada, pero mi hermano siempre me llevaba a las canchitas después de clase y empecé con el fútbol. Creo que lo que más me costó aprender fue a patear, porque no podía y salía llorando. Tampoco podía quitar un balón. Varias veces pensé en regresar al béisbol, pero mi hermano me decía que siguiera, que poco a poco iba a aprender”, agregó.
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Ingram recordó su tierra neoyorquina en Nicaragua, tierra que según él es de mucha alegría, un barrio muy tranquilo donde se respira fútbol. Por supuesto que extraña mucho a sus amigos y las tardes de fútbol junto a ellos y las conversaciones que tenían después de darle a la mejenguita.
La salvada es que Ingram se siente muy bien en el cantón de Pococí.
“Me siento muy bien, un poco complicado tal vez por el clima, pero todo bien, porque es muy parecido al lugar en el que vivía. Todos aquí han sido respetuosos y amigables desde el primer día”, señaló.