El 21 de diciembre del 2019, Adrián Chavarría estaba en Phoenix, Estados Unidos, narrando un partido de los Rockets de Houston, equipo de la NBA con el que trabaja como narrador en español desde hace 25 años.
Por su larga carrera, esa podía parecer una noche normal, pero no lo era, una parte de su atención estaba a miles de kilómetros de distancia, en su natal Costa Rica, donde su amada Liga Deportiva Alajuelense se estaba jugando el título del Apertura 2019 ante el Herediano.
Adrián estaba en una de las cabinas de transmisión del PHX Arena viendo a sus Rockets y al lado del micrófono con el que narraba tenía una tableta en la que tenía puesta la final tica, la cual veía de reojo con la ilusión de que los manudos finalmente alzaran el título.
“Recuerdo que faltaban como dos minutos para que terminara el partido de la Liga, yo estaba narrando mi partido y veía el de la Liga. Yo estaba muy emocionado, pensaba: ‘Por Dios, finalmente vamos a terminar esto’, pero de pronto cae el gol de Yendrick Ruiz y me quedé mudo en mi propia transmisión.
“Yo manejo las dos cosas muy bien al mismo tiempo, nunca me interfiere, pero esa vez fue tanto el impacto que no aguanté, me quedé callado, un compañero que tenía a la par me daba codazos y me decía que hablara, pero no podía reaccionar ni creer la mala suerte de cómo podíamos perder así”, recordó.
Esa vez fue la única en toda su larga trayectoria que le pasó algo similar.
Adrián es el tercer narrador latino con más tiempo en un mismo equipo, además él viaja con la organización a lo largo de todo el país como un miembro más del elenco.
Ese día los Rockets le ganaron 139 a 125 a los Suns de Phoenix, fue una victoria que le supo a poco, porque él iba para su casa en Houston con el corazón destrozado porque la 30 se les había escapado una vez más.
“Cuando yo regresé de ese viaje, llamé a un amigo mío en Costa Rica y le dije: ‘Mirá, hasta aquí llegué, yo no puedo seguir viendo a la Liga, voy a desconectar el satélite’ (que tenía conectado para poder ver las mejengas). Lo mandé de vuelta a mi tío en Costa Rica y me quedé sin televisión tica.
“Yo ya no podía más con el dolor y el sufrimiento, pasaron los meses y me pasaron una aplicación y empecé de nuevo a ver poco a poco, hasta que ahora ya de nuevo narro los partidos de los Rockets con la pantallita al lado viendo los juegos de la Liga”, recordó.
Afortunadamente los volvió a ver y el 20 de diciembre del año pasado finalmente pudo celebrar la ansiada copa 30, incluso la gente después de eso hasta lo llamaba para felicitarlo.
“Actualmente veo a la Liga muy bien, por la mezcla de jóvenes con experimentados como Bryan Ruiz, Marcel Hernández y Leonel Moreira, esos líderes han ayudado mucho a conseguir lo que se logró”, analizó.
Herencia
Su amor por la Liga es una herencia de su papá, don Juan José, quien era un manudo de hueso colorado.
“El amor de mi vida fue mi papá, me ayudó a empujarme a lo que soy hoy en día, era una persona humilde, muy esforzada.
“Voy a cumplir 50 años en junio, recuerdo que el primer partido de fútbol al que me llevó mi papá fue en 1974 o 75, fue un partido de la Liga contra Barrio México en el viejo estadio Nacional, él se emocionaba mucho con los colores rojinegros y yo me identifiqué mucho con eso”, recordó.
En 1985, los padres de Adrián se divorciaron y él se quedó viviendo con su mamá Ángela Calvo y su hermano Juan José. El papá se fue a Tilarán a trabajar y, a pesar de la distancia, viajaba todos los domingos para visitar a su hijo e irse a ver a la Liga, era la tradición.
El papá de Adrián falleció en el 2003 de un ataque al corazón, un golpe durísimo para él, pero se encargó de transmitir esa herencia a sus hijos, quienes, aunque nacieron en Houston, son tres manuditos más, una pequeña de seis llamada Kerry y unos gemelitos, Austin y John, de dos años. Su esposa se llama Mary Flowers.
Gran lucha
En 1991, con una mano adelante y otra atrás, Adrián se fue solo a Estados Unidos a pulsearla, a buscar un futuro y después de mucho pulsearla a sus 24 años entró a trabajar a los Rockets, equipo en el que ya lleva 25 años.
“Yo muy chamaco ya era la voz de un equipo y había gente que no le gustaba mi estilo porque me comparaban con otros que entraron antes, que es lo que le pasa a los jóvenes que entran en este negocio, cuando entra alguien nuevo siempre dicen: ‘que pereza, ese seguro no sabe nada’, y puede que sea muy capaz, pero dura en ser aceptado.
“Una persona que yo admiro mucho es a Óscar Segura de Canal 6, porque a él le tocó muy difícil, estar ahí atrás de Pilo Obando, a mí él me encantaba porque decía las cosas como son, pero Óscar es más serio y llegó a sustituir a una figura así es muy duro, por eso me identificó, le costó que lo aceptaran”, recordó.
Una vez que Chavarría demostró su valía, ha tenido una carrera que para muchos es de ensueño, rozándose con estrellas a nivel mundial como Charles Barkley, Shaquille O’Neal, Kobe Bryant, Hakeem Olajuwon y Clyde Drexler.
A algunos de ellos hasta los llama amigos. Incluso, hablando de la muerte de Kobe se le hace un nudo en la garganta por las ocasiones que compartió con él.
Tal vez la espinita principal que tiene Adrián en su carrera es que no tiene un anillo de campeón con los Rockets, ya que, al ser parte del equipo, si ganan un título le tocaría parte del reconocimiento. Él llegó a la organización en 1996, año en el que eran los bicampeones de la NBA, pero no pudieron ganar el tri.
“De los 30 equipos de la NBA, solo la mitad tiene radio en español y de esos quince, solamente seis vuelan a todos los partidos, yo soy uno de ellos. De esos seis, yo soy el único que no tengo anillo.
“Con la Liga yo me alegro y digo que ganamos, que jugamos bien, pero no tengo nada que ver con eso, con los Rockets sí soy parte del equipo, estoy con los jugadores siempre, en los buenos y malos momentos, eso es muy diferente”, dijo.