Marcel Hernández sorprendió a propios y extraños cuando a punta de goles y picardía en la cancha se convirtió en el mejor extranjero del torneo tico, pero es aún más sorprendente la historia de cómo el delantero brumoso empezó a jugar fútbol.
Y es que hay que dejarse de varas, ni el aficionado del Cartaginés más envenenado pensaba que un cubano se encargaría de llenar el espacio que dejó su gran ídolo, Rándall “el Chiqui” Brenes.
El atacante de 29 años nació en el barrio Sagrado Corazón de Jesús, en El Vedado, La Habana y como todos los pequeños de la isla creció jugando béisbol o pelota, como dicen los cubanos, hasta que el destino, de forma curiosa, le atravesó un balón de fútbol.
“Pasa que cuando iba a la primaria, tenía siete años, yo veía que todos mis compañeros salían a las dos de la tarde de la escuela y yo también quería salir temprano.
“Después me entero que tenían un equipito de fútbol y por eso salían antes. Les dije que si les hacía falta cualquiera ahí estoy yo y les hacía falta un portero y pa’ allá fui con tal de salir a las dos de la tarde, no era ni por el fútbol, era por salir temprano”, confesó Marcel en una amplia entrevista con La Teja.
Fue así como el nuevo ídolo brumoso se dio cuenta que tenía madera para el fútbol, deporte que su abuelo también practicó, por lo que lo trae en la sangre.
Desde entonces Marcel nunca se ha separado de la pecosa, jugó en la selección de su país en casi todas las categorías, pero el torneo de Cuba es amateur y sabía que para dar el salto tendría que abandonar su tierra, decisión que tomó hasta que tenía 24 años.
“Empecé tarde, aunque para mí siempre fui profesional, el hecho de poder representar a mi selección por siete años, de participar eliminatorias en mundiales sub 20, eliminatorias preolímpicas, todos los eventos en que se podía participar los jugué, menos el Mundial, para mí siempre fui un profesional, el hecho que no cobrara era lo único que cambiaba”, contó.
Marcel se fue para otra isla, Antigua y Barbuda donde estuvo casi un año y brincó a República Dominicana.
“Tuve muy buenas chances de salir a otros lugares, pero bueno el pasaporte cubano es complicado”, aseguró.
Dura separación
Para cumplir su sueño Marcel tuvo que hacer un gran sacrificio, alejarse de las personas que más ama, su mamá, doña Aneth Campanioni y sus hermanos Modesto y Marcel Modesto.
“Tengo dos hermanos, uno por parte de madre y padre, con el que me críe toda la vida, una persona que amo muchísimo. Una persona que llevo años sin verla y está mi hermanito por parte de padre, no me críe con él, pero también lo amo muchísimo y tengo muy buenos recuerdo con él.
“Al más grande no lo veo desde el 2014 y a mi mamá tuve la bendición de verla en el 2017 por última vez”.
Doña Aneth nunca ha visto jugar a Marcel de forma profesional y ese es el gran sueño que está por cumplir el delantero brumoso.
“Miguel Calvo me está ayudando, estamos tratando de dar pasos ahí para traer a mí mamá y papá, traerlos aunque sea de vacaciones, un mes, mes y medio, no he tenido la oportunidad, la bendición de que me vean jugar profesional, ni mi mamá ni mi papá, ni mi hermano, eso es un sueño que tengo”.
Aunque en Costa Rica Marcel tiene acceso a buen Internet y todas las redes sociales en Cuba la situación es muy diferente y por eso no puede hablar con la frecuencia que le gustaría con su mamá.
“Las redes sociales como te digo son complicadas, no tengo la oportunidad de chatear constantemente, o saber que está haciendo ella, no tengo la posibilidad de verlos en una videollamada como quisiera, pero bueno, son cosas con las que uno lucha”, explicó.
Sangre azul
El color favorito de Marcel es el azul, pero no lo dice por quedarle bien a los cartagos, como buen cubano es fiebre del béisbol y su fiel seguidor de Los Industriales.
Este novena es el equipo de La Habana, es uno de los más grandes de la isla, su uniforme es azul con blanco y son conocidos como los Azules.
“Soy de sangre azul”, aseguró con una sonrisa Marcel.
Los Industriales |
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Es el equipo de béisbol más antiguo de Cuba, del cual salieron figuras de la talla de Orlando “el Duque” Hernández, el único cubano que ha ganado cuatro veces la Serie Mundial, tres con los Yanquis y una con los Medias Blancas de Chicago. Su sede es en La Habana y es el equipo con más seguidores, pero también el más odiado. |
De su tierra extraña el sabor, las partidas de dominó y hacer cucho (darse bromas) con sus amigos.
“Gracias a Dios aquí hay un par de cubanos que de vez en cuando me invitan y por ahí uno asemeja, se siente como en Cuba, pero claramente extraño mis amigos, tengo tres o cuatros amigos que extraño muchísimo.
“Extraño jugar dominó que siempre jugábamos en las esquinas, poder compartir cualquier tipo de cosas, de anécdotas con ellos, sonreír con ellos”.
Marcel asegura que ni intenta enseñarle a jugar dominó a sus compañeros en el Cartaginés.
“No qué va, esa tarea no me la voy a dar, el dominó es bastante complicado, nosotros jugamos un dominó de diez fichas (por jugador), son 55 fichas, es muy difícil y yo no soy un buen maestro, no me gusta ponerme a enseñar, entonces que va, ya cuando nos reunimos entre cubamos ahí sí jugamos un poco”.
El delantero aprovechó para mandarle un afectuoso saludo a un amigo.
“Por cierto, tengo mi hijo en el dominó que es Rodrigo”, dijo muerto de risa.
Se ganó a todos
Con sus goles Hernández no solo se ganó la admiración de los blanquiazules, cada domingo se lleva los aplausos del resto de aficiones del país.
En las redes sociales del jugadores le llueven mensajes reconociendo su trabajo y hasta lo piden en la Sele, algo que no se pueda dar porque el cubano ya jugó con la selección mayor de su país.
“Es muy bonito que una afición que no es la de Cartago te glorifique el trabajo, que digan que soy buen jugador, son cosas que nunca pensé tenerlas, sí las soñé, pero no lo pensé, hoy uno se siente referenciado en todos los sentidos, todas las aficiones me dicen cosas bonitas y eso lo hace a uno trabajar mucho más”.
En tan solo siete meses el cambio en la vida de Marcel fue de 180 grados, paso de ser un jugador más a convertirse en un ídolo.
“Fue un cambio en mi vida repentino, de nada a todo. A veces es difícil sobrellevar ese tipo de cosas, por muchos factores, la gente se identifica, me ve en la calle y no puedo quejarme de esta gran afición, me ha acogido, me quiere y para mí ha sido muy importante en todos los sentidos, ahora se habla de Cartaginés y se habla de Marcel y es una experiencia única en mi carrera.
“Son cosas que en algún momento lo soñé, pero no pensé vivirlo, hoy lo vivo y lo acojo de la mejor manera, lo represento en mi mente y corazón así y me siento superfeliz de tener la afición que tengo y de ser lo que soy para el Cartaginés.