El delantero del Deportivo Saprissa, Fabricio Alemán está probando las mieles del éxito y su buen momento con el cuadro morado es el resultado del esfuerzo y el sacrificio que ha hecho desde los 12 años, más allá del nombre de su papá, el exjugador Allan Alemán.
Aunque no sabe si será tomado en cuenta como titular por el técnico Jeaustin Campos para el juego de ida de las semifinales ante Alajuelense de este sábado, el muchacho agradece cada oportunidad que ha tenido con el primer equipo y prueba de eso han sido los cuatro goles que ha marcado en el certamen.
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“Él está muy contento, porque en el fondo sentía que iba a ser un gran torneo, es un muchacho bendecido y está feliz porque lo están tomando en cuenta, él confía mucho en su trabajo y es consciente de que debe aportar con goles y es positivo, aunque le den pocos minutos”, contó su mamá, Natalia Gaitán, quien ha sido la compañera de sacrificios del chamaco.
Fabricio vivió con su mamá hasta los 16 años en Vista de Mar, en Ipís de Goicoechea, pero por un tema de comodidad se fue a vivir con su papá, en Rohrmoser, para que le fuera más fácil trasladarse a entrenamientos; sin embargo, su mamá siempre está pendiente de él y recordó cómo inició Fabricio en el fútbol.
Reconciliación
Fabricio es el mayor de tres hermanos: Kenny, de 17 años, e Ian, de 8, los dos están en las divisiones menores del Monstruo.
Cuando sus papás se separaron, su mamá reconoce que no quiso saber nada de fútbol y en ese entonces, Allan jugaba en el extranjero, en Guatemala, pero un día, sin pensarlo, su hijo mayor dijo que quería ser futbolista.
“Fabricio tenía ocho años y me acuerdo que él me dijo que quería estar en una escuela de fútbol de Saprissa, le pedí al papá de Allan que lo llevara porque yo no quería nada con este deporte y así empezamos.
19 años tiene Fabricio.
“Fue un par de meses a una escuela cerca de mi casa y un día recapacité y entendí que debía ayudarlo a cumplir sus sueños, una cosa era Allan y otra Fabricio”, afirmó.
Su mamá decidió llevarlo a unas visorías y lo escogieron para que jugara con la categoría 2003.
“Hasta ese momento se dieron cuenta de que era hijo de Allan, antes no lo sabían y comencé a llevarlo a los entrenamientos, primero en el estadio y luego en Belén, en el centro de entrenamiento, pero ahí las cosas se me hicieron más difíciles, porque tenía que correr mucho para llevarlo, sobre todo porque yo siempre andaba con él y sus hermanos.
“Al inicio entrenaba tres días a la semana y conforme iba creciendo entrenaba más tiempo. Cuando tenía 13 años lo llevaron a la U-15, ahí entrenaba todos los días y estudiaba en el Colegio Saprissa y ahí comenzó a viajar solo, tomaba el primer bus, pasadas las 4 de la mañana y llegaba a la casa a las 7 de la noche”, recordó.
Un sueño
Cuando Fabricio cumplió los 15 años se hizo el sueño realidad: lo firmaron para el primer equipo y ahí comenzó un mundo de aventuras para él y su familia.
“Me siento muy orgullosa porque él se ganó esto a punta de trabajo, más allá del apellido y aquí no quiero dejar en mal al papá, pero él sabe que quien ha estado con él en este proceso he sido yo y muchos ángeles que uno se topa en el camino. Esto no ha sido un tema de argolla.
“Obviamente Allan lo aconseja, nos ayuda y Fabricio es un muchacho muy bueno, disciplinado, siento que el ir y venir en bus con 13 años del colegio y de los entrenamientos lo ayudó a madurar y a estar ubicado, porque el apellido lo ha ayudado y lo ha perjudicado y yo no quiero que el día de mañana me digan ‘qué carajillo más juega de vivo’”, comentó.
En agosto del año pasado, a Fabricio se le abrieron las puertas al fútbol internacional y estuvo en el Intercity FC de España, donde llegó inicialmente por dos años.
El joven volvió a Tiquicia para el presente campeonato y en la segunda fecha, Campos le dio minutos ante el Municipal Grecia y ese día, el 24 de julio, marcó su primer gol con Saprissa.
“Cuando él se fue a España yo estaba tan feliz que deseaba que no volviera, obviamente no porque no lo ame, sino porque yo esperaba que le fuera bien y aprovechara la oportunidad. Pero está de vuelta acá y yo siempre lo apoyaré”, destacó.
Como buena mamá, Natalia se comunica constantemente con Fabricio y el muchacho la visita cada vez que tiene chance. Para sus hermanos, él es la figura en quienes se inspiran para ponerle bonito dentro de la cancha y él siempre está con ellos para aconsejarlos.
“Siempre que viene a la casa espera que lo reciba con bistec y plátano maduro. También me lleva a comer, siempre invita (risas) y colabora con los gastos de la casa. Es un gran hijo y yo le he dicho que Dios le recompensará por estar pendiente de nosotros.