Durante el torneo de Apertura 2019, a Alajuelense le ha tocado enfrentar todo tipo de obstáculos para mantenerse en el liderato y este domingo en Jicaral superó una rayería y un diluvio que dejó la cancha como una piscina.
Desde el minuto uno le cayó un mundo de agua a la gramilla del estadio de la Asociación Cívica Jicaraleña, por lo que con el paso de los minutos el terreno de juego no pudo drenar tanta guata, por lo que la pecosa ni rodaba en el segundo tiempo.
A pesar de esos inconvenientes naturales, el partido terminó con la victoria de la Liga por 2-0, la cual se cuajó entre charcos y pelotazos, porque ya no se podía jugar de otra manera, motivo por el cual el cuarteto arbitral decidió suspender el juego cuando se jugaba el minuto 73 y reanudarlo 20 minutos después.
La suspensión no hizo otra cosa que agravar el estado de la cancha, porque conforme pasaba el tiempo el terreno se puso peor. Había que jugar sí o sí, ya que la luz natural se iría si el negocio se prolongaba más de lo debido.
Al final el León salió empapado hasta las orejas, pero con otros tres puntos en el saco que le sirven para afianzar su liderato en el torneo y en una visita que resultó durísima.
Durante el campeonato ningún club había ganado en el pueblo ubicado en la península de Nicoya, los porteños tenían dos victorias y tres empates en su casa y habían hecho de su campo una fortaleza.
Súmele que los rojinegros se enfrentaban a Jeaustin Campos, uno de sus principales verdugos, quien les ha ganado 16 de 32 partidos dirigiendo al Saprissa, Cartaginés y Pérez Zeledón.
En esta ocasión Jeaustin salió derrotado, pero pudo tener mejor suerte, pues la verdad sus jugadores la pulsearon hasta el final y crearon muchas jugadas de peligro.
Los erizos llegaron a 26 puntos, cerraron la primera vuelta como líderes y le meten una diferencia de nueve puntos de Saprissa, el Herediano, clubes que tienen dos partidos menos.
Soportó el chaparrón
Además del baldazo que caía en Jicaral, los erizos también pudieron aguantar el chaparrón que les echó Jicaral en la primera media hora cuando el cuadro local tuvo las mejores opciones comandados en ofensiva por un activo Cristhian Lagos.
Aunque suena repetitivo, la diferencia entre los equipos grandes y los pequeños es la pegada, ya que los de la península no supieron sacarle el jugo a las suyas y los erizos sí.
Antes de que llegara el primer pepino de los manudos a los 38, la Liga solo había tenido una opción, un tiro libre que Anthony López dejó en la barrera, eso era todo.
Los manudos hasta sacaron una bola de la línea, que salvó José Miguel Cubero, luego de una jugada que Adonis Pineda le rechazó a Lagos, quien estuvo a punto de abrir el marcador.
En medio de aquel baldazo, los charcos y el empuje del rival, los erizos lograron salir por tercer partido consecutivo sin recibir goles, lo que no es un dato menor, ya que en sus primeras ocho mejengas siempre les clavaban al menos un pepino.
A pesar de lo complicado de la cancha, las veces que los rojinegros pudieron poner la pecosa al piso sacaron petróleo de Jicaral, gracias a la sociedad de Anthony López y Ariel Lassiter.
El primer pepino fue un pase filtrado del Patito, que Lassiter dominó de espaldas al marco, se dio media vuelta, hizo que remataba, confundió a su marcador y seguidamente de buen izquierdazo perforó el marco de Juan Gabriel Alpízar.
La otra estocada cayó seguidita, cuatro minutos después. Otra vez López ubicó a Ariel con un pase globeadito, que el turrialbeño se llevó por velocidad, hizo que remataba de derecha, se quitó al portero y definió de izquierda, arriba, con el marco solo.
Así, en dos jugadas, la Liga fulminó un partido complicado por todo lo que lo rodeaba, tuvo un par de opciones más, pero en esas condiciones era bien difícil sacar algo, por lo que el mérito es doble.
A diferencia de otros momentos, donde las dudas rodeaban a los erizos, su equipo ha ido sorteando pruebas que en otros momentos se les hacía un mundo y los alejaba de zona de clasificación. La garra felina que recuperó el equipo es digna de reconocer.
Por ahora, ni la lluvia, ni los charcos, ni los rayos, ni los triunfos de otros clubes han derribado a los manudos, aunque está claro que en el pasado reciente, ellos mismos han sido sus peores rivales. Ese es el gran reto que tiene la Liga ahora, sostenerse contra propios y extraños.