Con público o sin público, con pandemia o sin pandemia, de la forma que sea, las visitas de Alajuelense al Fello Meza se han vuelto todo un deleite para los manudos desde hace años.
Este martes, a pesar que el torneo tenía dos meses sin jugarse y algunos hubieran pensando que la falta de ritmo y la forma física podía perjudicarlos, ese no fue el caso, especialmente por lo permisivo que fueron una vez más los brumosos.
Es que desde el pitazo inicial de Allen Quirós dio la impresión que el único equipo que salió de la cuarentena y se puso las pilas para enfrentar la "nueva normalidad" fue el rojinegro porque el cuadro blanquiazul es como si siguiera metido en la casa.
A los de la Vieja Metrópoli hay que darles un aplauso por todos los cuidados y el cumplimiento del protocolo sanitario que realizaron previo, durante y después de la mejenga, donde todo salió puras tejas.
Cuando nos tocó pasarnos a la cancha, fueron otros cien pesos y más allá del baldazo que cayó en barrio Asís a esa hora, los problemas de Hernán Medford y los suyos iban por otro lado, no tenían que ver con el lavado de manos ni nada por el estilo.
En esta ocasión los gritos del Pelícano para tratar de corregir lo visto, se oían con menos intensidad por la careta que llevaba puesta como lo exigían las normas sanitarias.
Cada cinco minutos Hernán tenía que pasarle un trapo a la careta, tratando de ver un poco mejor las cosas, mientras que con su tapabocas, el manudo Andrés Carevic veía como los suyos salieron en plan de matar temprano.
Renovación y alegría. En el día de su renovación de contrato, los jugadores erizos hicieron lucir bien a su jefe y mostraron que el brete hecho en la casa y en los entrenamientos previos marcó diferencia.
Desde el minuto diez, el esquema erizo de jugar solo con Jonathan Moya en punta y ponerle tres hombres rápidos atrás, como Allen Guevara, Dylan Flores y Ariel Lassiter le servía pura vida.
Antes de abrir el marcador, la Liga tuvo dos chances con Moya, una al diez cuando no pudo cerrar en barrida un centro del Cusuco y otra de cabeza cuando le ganó a Darryl Parker luego de una mala salida.
Por lo visto, el gol podía caer en cualquier momento, al final tardó media hora, pero llegó, luego de un remate de Ariel Lassiter que desvió el brumoso Joaquín Aguirre y acabó en los pies de Dylan Flores para liquidar facilitó y sin marca a los 31.
Al Cartaginés de Medford le pasaba como a esos gobiernos que no han sabido cómo enfrentar el COVID-19 y más bien el problema cada vez se les hace más grande y su capacidad de respuesta es menor.
Dominio manudo. En el segundo tiempo las cosas no cambiaron mucho, se jugó al ritmo que lo quiso la Liga, cuando aflojaba los azules podían salir un poquito más, pero apenas apretaba, otra vez hacía destrozos en el campo rival.
Tratando de cambiar un poco las cosas, ingresaron Marcel Hernández y Ronaldo Araya, pero no traían la vacuna oportuna para cambiar la suerte de su equipo, no había caso.
La ilusión para los brumosos murió a los 62 minutos con un derechazo de Alex López desde afuera del área que marcó el 2-0, fue el apague y vámonos en un duelo con rivales en un nivel muy dispar.
Para Leonel Moreira, arquero manudo, la mejenga fue como vivir en la isla de Fiji, un paradisíaco lugar donde solo se reportan 18 casos de COVID, sin muertes. Un amor.
La única en la que se pegó el estirón fue en un gran tiro libre de Ryan Bolaños y sacó el balón del ángulo. Un tapadón.
Alajuelense volvió a jugar como si el tiempo no hubiera pasado, con ritmo, intensidad y ganas, metiéndole presión al líder Saprissa, mientras que Cartaguito se tiene que pellizcar y salir de la cuarentena.