Así como el título, el que perdona pierde, nos terminó pasando la factura en nuestro partido en la Champions Cup de Concacaf contra el Philadelphia Union.
Un primer tiempo donde se veía que el equipo intentaba atacar por los distintos flancos del área rival, con buena presión alta, jugando sencillo, tratando de recuperar el balón y aplicando buenas asociaciones, hasta que en una jugada donde Orlando Sinclair hizo la presión de la que menciono, un defensor Philadelphia cayó en el error al hacer un pase fuerte hacia atrás, que le terminó jugando una mala pasada al portero visitante y así se abrió la lata del marcador en favor nuestro. Hasta ahí todo bien.
Empezando el segundo tiempo, parecía que el alma de los jugadores y cuerpo técnico se había quedado en el camerino; ya que se vio un equipo, que yo mismo me pregunto ¿es que acaso ellos se tenían tan poca fe, que entraron asustados y sorprendidos de ir ganando?, ¿o es que les dieron una pésima noticia o qué pasó? Me gustaría que ellos mismos se hicieran esa pregunta.
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Lo más triste acá fue ver cómo cayeron esos tres goles en jugadas en las que el equipo visitante nos hizo ver como un cuadro aficionado. No se vio sangre en los jugadores, ni en el cuerpo técnico. El único que puedo sacar del bote es a Gerald Taylor; ojalá hubiéramos tenido 16 como él en el campo, porque estoy seguro de que hubiéramos ganado.
Para cerrar la columna y sin dejar por fuera las jugadas muertas que también se botaron en el segundo tiempo, quisiera también que los delanteros se pregunten así mismos si necesitan mejorar su definición, porque viendo los últimos partidos, no hay duda alguna de ello, y al cuerpo técnico en esto no lo culpo, pero sí de nuevo lo responsabilizo en la falta de agresividad.
Por lo visto, a Vladimir le sobra en lo nacional, pero en lo internacional se lo comen vivo.
Pablo Montero V.
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