Después de pasar 15 años guardada en un garaje, una Volkswagen Champagne Edition 1978 versión De Luxe, llegó a manos de don Julio César Azofeifa Soto, un enamorado de los vochos de toda la vida y quien tenía varios años de andar en busca de un chuzo como este.
Como si el destino se lo hubiera adelantado, hace como tres años don Julio compró esa misma vocha, pero a escala (carrito coleccionable), ya que siempre le encantó la Champagne Edition del 78, pero no tenía ni esperanzas de conseguirla porque en Tiquicia no había visto una.
“Esta vocha la encontraron en Atenas, tenía quince años de estar guardada en un garaje bajo techo lo cual ayudó a conservarla. La trajeron rondando desde Estados Unidos. La edición Champagne solo se hizo en 1977 y 1978 para venderlas en Estados Unidos y Canadá.
“Cuando un amigo mecánico me habló de ella, la verdad me emocioné mucho… y sigo emocionado. Para un amante de los vochos esta es una verdadera rareza en el país, no hay otra y poder tener un carro que nadie más tiene lo llena a uno de orgullo, especialmente a quienes amamos los clásicos”, explica don Julio.
Los colores que tiene son únicos, las rayas, en fin, todo en ella es exclusivo. El nombre del carro, la Migueleña, se lo puso doña Jeimy Espinoza, la esposa, con quien tiene 18 años de feliz matrimonio. Según don Julio, todavía no la han bautizado oficialmente, pero sabe que ese nombre no se lo quita nadie.
Como solo se hicieron ediciones del 77 y 78, las piezas originales son difíciles de conseguir. Algunas partes del motor las comparte con ediciones del 79 así que no hay tanta bronca, pero los detalles sí son muy complicados de ubicarlos.
La Migueleña es motor 2.000 centímetros cúbicos, inyectado, algo que las diferencia mucho de otras, porque en aquellos años las que se fabricaban eran carburadas y con motor 1.600 o 1.700 c.c.
“La compré este año y se ha convertido en la gran chineada de la casa, no solo para mi esposa, sino también para mis tres hijos (Julio Josué, Montserrat y Maximiliano), a todos nos encanta, la verdad, será casi imposible que la venda.
Herencia familiar
“Espero que mi hijo mayor, Julio Josué, quien tiene 17 años, la use a partir de los 18 años, por lo que eso significa que desde ya el carro es otro miembro más de la familia. Yo he tenido muchos vochos, los compro y los vendo, pero La Migueleña llegó para quedarse”.
Después de comprarla, este amante de los clásicos, le metió mano y la dejó puras tejas, pero la pandemia solo le permitió mostrarla en un par de eventos y tuvo que guardarla. Solo se utiliza los viernes para darle una buena vuelta e incluso un viaje que pensaban hacer con la Migueleña a Nicaragua se canceló.
“La Migueleña ya quiere salir a rodar, está deseando y nosotros (la familia) también, a penas pase todo esto del Covid-19 la voy a llevar por todo el país.
“Para eso la hicieron, para andar una familia completa disfrutando de la vida de frontera a frontera. Además, a los amantes de los vochos manejar nuestros clásicos nos ayuda a sacar el estrés y a relajarnos, algo que tanto se necesita actualmente”, concluyó don Julio.