Marco Trungelliti debería sentirse bien por lo que hizo. El tenista argentino denunció la corrupción en el deporte, ayudando en la lucha contra las bandas de apostadores que manchan el tenis y declarando en contra de colegas deshonestos que fueron suspendidos en parte gracias a su colaboración.
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Hizo lo que haría cualquier persona honesta que descubre que las bandas de apostadores sobornan a tenistas para que pierdan. Pero el sudamericano, de 29 años, dice que está pagando un precio muy caro: es despreciado por otros jugadores y el estrés afecta su salud y su juego.
Por si esto fuera poco, afirma que se siente abandonado por la cúpula del tenis y por los investigadores que combaten la corrupción. Obtuvieron todas las pruebas que pudieron, pero dice que no lo defendieron públicamente cuando otros empezaron a hablar mal de él, a cuestionar sus motivaciones y lo tildaron de soplón.
“Me usaron y después me tiraron en el medio del mar.
“Fue un desastre, un desastre total. En mi opinión, fue una de las peores investigaciones que he visto. Todavía lo estoy pagando”.
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Trungelliti dio de qué hablar el año pasado cuando manejó mil kilómetros desde España con su hermano menor, su madre y su abuela de 88 años para jugar en el Abierto de Francia en Roland Garros, tras ser invitado a último momento para reemplazar a alguien lesionado.
Tras denunciar lo que sabía, Trungelliti notó que la actitud de sus colegas hacia él cambió. Incluso algunos que consideraba sus amigos le preguntaron por qué no se había callado la boca.
Trungelliti dice que el arreglo de partidos es algo bien conocido en el deporte y está empeorando.
“No son solo los jugadores. Hay muchos técnicos involucrados. Muchos. Más de lo que pensamos” , manifestó.
Las bandas de apostadores le apuntan a jugadores que, a diferencia de los grandes astros, ganan muy poco.