La historia de un Celica Supra 1982, un chuzo propiedad de Esteban Izaguirre, vecino de Guadalupe, tiene más de 30 años, tiene un significado muy especial para su dueño y dos nombres muy curiosos.
Izaguirre fue criado por su abuelito materno, quien tenía la costumbre de llevar a Esteban cuando iba a comprar un carro.
En una ocasión, pasaron por una venta de vehículos en Calle Blancos, observaron un Celica Supra de 1982 (un automóvil poco común) y lo compraron, un canje con el otro auto que tenían, un Chevrolet. Eso fue en 1992.
“Él tenía la deferencia conmigo de compartirme la elección del carro y vimos ese y lo compró. A los meses se le dañó el motor, era la época en que estaban empezando a salir los autos con computadoras y en todos los talleres que lo llevábamos nos decían: ‘A ese carro no le entro, solo si es carburado’”, recordó.
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La cuestión es que luego de muchos intentos, a la madre de Esteban le consiguieron un motor traído de Miami y esa sería la solución, pero por cosas del destino, a su abuelito (a quien consideró su papá) le diagnosticaron un cáncer agresivo y eso le precipitó una demencia senil.
“Él no tenía idea de quiénes éramos, ni dónde estábamos, solo preguntaba por el carro: ‘¿Dónde está el carro mijo?, ¿está bien?’”, contó.
Los Celica Supra 82, según Izaguirre, son poco comunes. Dice que en el país ha visto dos más circulando, pero cree que debe haber unos cinco.
“El carro fue el de uso cotidiano hasta que falló por lo del motor. Estando él consciente, empezamos a buscar cómo reparar el carro, en una época en la que muy pocos mecánicos se animaban a ver esos modelos, máxime que no tenía repuestos en el país”, expresó Izaguirre.
“Estando en ese trajín, sufrió un cáncer muy agresivo y estuvo así por casi año y medio. Y en ese lapso, las pocas veces que retomaba algo de conciencia, era en relación con lo del carro”, dijo.
“Luego de la muerte de mi abuelo, el carro lo puse a andar, pero no estaba bien. Me hice de un carro de uso cotidiano y entonces este lo usaba muy poquito, hasta que lo estacioné casi permanentemente por casi 15 años”.
En ese periodo estuvo a la intemperie, pero hace unos cinco años aproximadamente, Esteban pudo empezar a restaurarlo de mejor forma.
Lo terminó hace como dos meses y lo primero que hizo fue ir al cementerio y decirle a su viejito: “Ya está el carrito reparado”.
“Hace cinco años me dije: ‘O lo restauro o me deshago de él’. Escogí lo primero, fueron cinco años de buscar pieza por pieza y un buen amigo se dio a la tarea de reconstruirlo con mucha paciencia y tres días antes del Día de Padre visité el cementerio. Ahora está presentable, mostrable”, expresó.
Le preguntamos si el Celica tenía algún nombre. Se rió y contestó: “Antes se llamaba Lázaro porque como tres veces revivió, pero por un tema de agüizote, ya restaurado, le puse John Wick, mi saga favorita. Antes se moría a cada rato, ahora necesito que no se muera, como John”.