Don Theodor es un hermoso Land Rover Safari 109, del año 1974, que tiene una gran historia y que su dueño, Henning Dyes Hidalgo, vecino de San Joaquín de Flores, hoy disfruta tanto como lo hizo en su infancia.
Don Theodor se le perdió a la familia por algunos años, hasta que fue encontrado por Henning Dyes, su actual dueño y quien pretende que se quede con ellos.
La familia la componen su esposa Andrea y su pequeñita de dos años, Elizabeth, sin dejar de lado al suegro, don Javier Blanco, uno de los responsables de la restauración y del rescate del chuzo.
El carro fue adquirido nuevo, en 1974, por don Henning Dyes padre y era el vehículo que la familia utilizaba para todo: para la finca, para los mandados, para los paseos y en el cual Henning hijo, aunque aún niño, dio sus primeros pasos como conductor.
Junto con su hermana Marianne, gozaron de lo lindo en el hermoso chuzo, que muchas veces sirvió de buseta escolar, pues le caben diez personas. Como gran particularidad, tiene cuatro puertas.
Pero el carro se fue poniendo viejo y el mantenimiento cada vez costaba más hasta que el padre de familia decidió venderlo. La noticia fue tan fuerte para el hijo, que se pegó la gran llorada. Eso fue en 1994.
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En el 2015 apareció una foto de un carro con la misma placa y la mamá de Henning, doña Nuria Hidalgo, le dijo a su hijo que averiguara si era el de ellos, si estaba al día.
En la búsqueda, se dieron cuenta que sí estaba al día y el dueño era don Edwin Arce, a quien contactó y le ofreció comprarlo. En ese momento, la oferta del señor era inalcanzable para sus posibilidades y no pudieron hacer negocio.
Henning con el tiempo se casó y compaginó mucho con su suegro, don Javier Blanco, un fiebre de los Land Rover como él y le contó la historia.
Resulta que en el 2020, en pandemia, estaba todo listo para comprar un carro, un Land Rover, que ya estaba conversado y que adquirirían un domingo, pero don Javier le dijo a Henning que debía buscar por última vez el auto, pues le había contado la historia.
El sábado llamó a don Edwin, quien aún era el dueño y, lo mejor, lo vendía.
“Lo compramos en julio del 2020, estaba en condiciones complicadas. La restauración la hemos hecho entre mi suegro y yo, de manera empírica, pero ha sido una restauración total. En noviembre del 2021 volvió a rodar”.
Por la carga emocional del carro y el gasto en que han incurrido, fue una ilusión para la familia y por eso ahora no lo quieren vender. El nombre Theodor es en honor al papá de Henning, pues era su segundo nombre.
Hoy es un carro de trabajo, de paseo y hasta va a ferias. Siempre llama la atención. “La mitad de la gente que lo ve, no ha visto un carro así porque tiene cuatro puertas y son muy raros”.