En la votación de los premios The Best que la FIFA entrega al mejor jugador del año, el argentino Lionel Messi eligió a Sadio Mané de primero, dejó en segundo lugar a Cristiano Ronaldo y en el tercer puesto a su compañero de equipo Frenkie de Jong.
La Pulga tenía razones de peso para votar así, ya que el delantero, de 27 años, fue una de las figuras del Liverpool que eliminó al Barcelona en semifinales de la Liga de Campeones y que luego ganó el trofeo.
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Pero detrás de los méritos que el senegalés acumula dentro de una cancha hay una historia conmovedora. Una que él mismo se encargó de contar, según publica en una extensa nota el diario argentino Clarín y que reproducimos a continuación.
"¿Para qué quiero diez Ferrari, veinte relojes con diamantes y dos aviones? ¿Qué haría eso por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui a la escuela. Hoy puedo ayudar a la gente. Prefiero construir escuelas y dar comida y ropa a la gente pobre”, explicó el jugador del conjunto inglés.
Según la publicación del diario che, Mané nació en Sédhiou, una aldea a las orillas del río Casanza, en Senegal.
A los 15 años su tío lo llevó a realizar una prueba como futbolista a Dakar y quedó inmediatamente. Ingresó a la escuela de fútbol de la región y de ahí pegó el salto al Metz francés. La carrera ascendente continuó en el Salzburgo y el Southampton hasta llegar al Liverpool.
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“Con frecuencia me hago la misma pregunta. ¿Por qué me empeñé en ser jugador? En mi familia nadie entendía de fútbol. Pero yo quería que me gustara. Quería comprender el juego, quería informarme. Quería ser Ronaldinho. Lo estudiaba muchísimo. Era mi héroe. Y no soñaba con ser un profesional. Soñaba con ser el mejor del mundo”, indica el senegalés en la nota de Clarín.
Se sale del molde
Si algo queda claro con Mané es que pese a ser admirado por Messi, no es el típico jugador millonario que gasta su dinero en lujos, es más, ni siquiera usa el tiempo jugando Play Station, como lo hace la mayoría de futbolistas.
“Creo que es algo que te roba el tiempo. No quiero perder mi tiempo a cambio de nada”, dice sobre los famosos videojuegos, así como no le interesa salir en la prensa del espectáculo.
“Hace tres años, en Austria, fui a una discoteca con el equipo. Fue la última vez. Nunca he ido de fiesta por mi cuenta. Nunca se me pasó por la cabeza. Si no doy todo lo que tengo para ser un buen futbolista, nunca lo conseguiré”, añade el delantero, quien se gana $192 mil por semana, es decir, más de ¢112,5 millones.
Clarín agrega que el senegalés tiene contrato con el actual campeón de Champions hasta 2023, no obstante, el club inglés piensa extenderlo por dos años más, con lo que se convertiría en el jugador mejor pagado del mundo con un salario de $16 millones por temporada (¢9,376 millones).
Y lo mejor es que con tanto dinero, sabe compartirlo, por ejemplo, para la final de la Champions, en junio anterior, mandó 300 camisetas del Liverpool para sus vecinos de Sédhiou.
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Allí también donó 200 mil euros (¢131,6 millones) para la construcción de una escuela y quiere hacer un hospital.
“Es un lugar muy pobre, por eso nadie lo conoce”, comentó el delantero que hace poco fue capturado por camarógrafos mientras limpiaba los baños de la mezquita Al-Rahma de Mulgrave Street, de Liverpool, a la que acostumbra ir a rezar.
Además, ha dicho que construyó escuelas y un estadio, dona ropa, zapatos y alimentos para personas en extrema pobreza, unido a eso, da 70 euros (¢46 mil) al mes a todos los habitantes en una región muy pobre de Senegal para ayudarles en sus gastos.