Felipe Cedeño decidió vender el primer carro que tuvo, un Toyota Starlet modelo 1982, pero tres meses después de haberlo vendido se arrepintió y se dio a la tarea de recuperarlo.
Felipe, de 23 años, vivió en carne propia el refrán: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, es muy cierto, porque él sintió el ácido por la decisión que tomó.
El joven se dio cuenta del error que había cometido, por lo que se puso a buscar a la persona a la que se lo vendió para tratar de recuperarlo, pero este no lo quería soltar.
“Este carro me lo regaló papá cuando tenía 17 años, no tenía licencia todavía, pero sabía manejar. Me lo regaló para que lo fuera restaurando”, dijo.
Este belemita recuerda que cuando compraron el carrito estaba mal de la carrocería y la pintura, pero lo levantaron.
“Lo armamos juntos, es como un proyecto de padre e hijo”.
“En el 2018 por una mala decisión lo vendí, pero me arrepentí a los tres meses. Busqué al que se lo vendí, para que me lo volviera vender y no quería. Pasaron varios meses, espere y le escribí de nuevo, pero me dijo que no lo vendía”, contó.
Cedeño recordó que con la venta del chucito se compró otro, pero no fue igual. “No me salió tan bueno y en el Starlet tengo anécdotas, paseos, muchas cosas he vivido en él”, añadió.
El joven contó que hasta perdió contacto con el dueño, por lo que sus esperanzas para recuperarlo se esfumaron, pero en abril de este año viendo un sitio en la web, se dio cuenta que su querida nave la estaban vendiendo.
“En ese momento no tenía la plata para comprarlo, por lo que le ofrecí al muchacho el que yo tenía, que era un Tercel, el cual es más caro que el Starlet y más moderno, porque era modelo 96 y estaba muy bonito, pero él no lo quería recibir y cobraba muy caro”, recordó.
En algún momento, el dueño decidió que se reunieran para sentarse a negociar.
“Fui emocionado. Saqué el día libre y se dio el negocio, pero se aprovechó, porque me pidió el carro y un vuelto, pero no me importó, hasta a mi papá le pedí prestado y me lo traje otra vez”, comentó.
Dijo que tuvo la suerte que el muchacho mejoró el carro con algunas cosas y que él lo ha adaptado a su gusto, con su toque personal.
“Lo levanté un poco más, le cambié el motor, le hice algunas modificaciones que lo hacen rápido, le puse aros 13 que son de mi agrado y algunos detalles de pintura en el interior, así que ahora lo disfruto de nuevo como en mi época”, comentó.
“Ahora ya no lo pienso perder. Ya sé lo que significa y lo que me costó recuperarlo. Tuve la buena suerte de que el muchacho lo conservara muy bonito y hasta lo mejoró”, añadió.
Dijo que su papá estuvo de acuerdo en que vendiera el carro, pero también le dio gusto cuando lo recuperó. Igual sucedió con su novia.
“Fuimos a pasear muchas veces, le agarró cariño al carro y lo recuerda (su novia). Es un auto con muchas historias y las cuales recordé (a los meses de haberlo vendido). Me agarró la cabanga”, dijo.