Moisés Flores se crió en Desamparados y en barrio Luján, donde veía los buses y carros grandes que circulaban por las principales calles josefinas.
Además, cuando era un chiquillo, el ahora vecino de Sarchí la pulseaba limpiando autobuses y vendiendo helados en los carritos de la Dos Pinos, con el paso de los años fue trabajando para comprar los carros de sus sueños.
A Flores lo que le gustan son los carros grandes, pero recientemente se enamoró de la marca Jeep y por eso en el 2019 adquirió un un modelo CJ6, del año 1957.
“Anteriormente tenía uno del año 66 y hace tres años adquirí este. La pasión se dio luego de que lo compré por casualidad y me hice amigo de Luis Benavides, el presidente del club “Willys Pasión Costa Rica”, ahí comenzó todo.
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“Parte de lo que me gusta con esto es que adquiero piezas de otros carros, los armo y así uno se va haciendo amigos, esto de los carros es una pasión”, dijo este enamorado de los 4X4.
Moisés recordó que su CJ6 lo consiguió gracias a un amigo, que le comentó que estaba abandonado en un taller.
“Un amigo me dijo que lo estaban vendiendo, que estaba en un taller y a mí me interesaba comprarlo, pero el dueño del taller no era el dueño del carro, por lo que tuvimos que buscarlo en El Tablazo, en Aserrí, para formalizar la venta.
“Ese carro se usaba para las recolectas de café y estaba tan abandonado que no le pagaban el marchamo desde hace 22 años, pero ya lo logré poner al día”, destacó.
Este fiebre de la marca norteamericana confesó que parte de lo que le gusta de su pasión por estas naves es el poder colaborar con causas benéficas, pues hace dos semanas estuvo en Sarapiquí colaborando con los más necesitados y esas actividades se hacen a través del club.
La transformación
Moisés contó que se llevó un par de años en la restauración de su Jeep.
“Cuando lo compré tenía algo de pintura, que se veía en una parte del guardabarros. Originalmente era de color zapote (un tipo de café), yo era decorador de interiores e hice una mezcla de colores hasta dar con el mismo tono, solo que no me gustan los colores opacos, así que le dimos brillo.
“Lo que yo buscaba era conservar el carro lo más original posible y así es, los asientos son de color negros con gris y mantiene todos sus elementos, el motor es de 2.200 centímetros cúbicos, con una caja de tercera. Me ha tomado mucho tiempo y dinero restaurarlo, pero se ve tal y como lo quería”, aseguró.
Flores conduce con orgullo su chuzo y lo usa constantemente para hacer mandados y lo lleva con frecuencia a San José.
“De este modelo hay pocos en el país y gracias a esta pasión he conocido a muchas personas, señores que me dicen que sus abuelos tenían de estos carros y me cuentan historias muy bonitas.
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“Yo nací en 1954 y la gente me cuenta historias de antes de esos años y a donde quiera que vaya me preguntan por él, hasta me piden tomarse fotos, a la gente le gusta, a los niños les llama mucho la atención”, afirmó.