Cuando Pablo Vargas Fallas, vecino de San Pedro de Tarrazú, en la zona de los Santos, dice que llegará a algún lugar con Jacinta, más de uno se extrañado al verlo llegar solo en su chuzo, un Datsun 120 Y Station Wagon 1978, o panel, como se le llamaba en aquellos años.
La gente se queda viendo dónde está su acompañante, pero en realidad él habla de su nave, la cual compró hace tres años y bautizó de esa singular manera. Al carrito le ha metido mucho cariño.
Por las madrugadas, Vargas sale a repartir los periódicos La Teja y La Nación por su zona y a partir de las 7 a. m. abre el taller de enderezado y pintura, actividad a la que se dedica hace muchos años.
-¿Porqué se llama Jacinta?
Se me vino a la mente porque yo tengo una motico para trabajo, entonces un día puse la moto y el carro juntos para tomarles una foto y me vine para adentro de la casa y le dije a mi esposa, ‘vea qué curiosas se ven Jacinta y Petronila’. Me preguntó quiénes eran y le dije que el carro y la moto, puras ocurrencias mías de la mente. Se quedó Jacinta y así ya mucha gente la conoce.
-Este es un modelo muy chineado por la gente, ¿cuál es la diferencia del suyo?
Es que son más difíciles de ver, son más escasas con esta variante, esta la adquirí hace tres años en un proceso de restauración, son carritos que los han dejado un poco abandonados y para volverlos un poquito bonitos se lleva uno un buen tiempo en la restauración.
-¿Cómo lo consiguió?
Resulta que desde pequeño siempre, siempre me ha gustado el Datsun, siempre me ha gustado mucho y ahora que tengo familia, empecé a buscar un carrito. Tampoco tengo mucha solvencia económica y empecé a buscar un carrito cómodo y me apareció este por el lado de Taras de Cartago. Tenía ocho meses de estar botado al sol y al agua, lo arrancamos y me lo traje rodado hasta la zona de Los Santos.
-¿Pensó que el carro no le iba a ni arrancar?
Claro, que ni íbamos a poder llegar, fue un cuñado conmigo a traerlo y resulta que ni una linga llevábamos para traerlo y viera que no, es curioso, porque sí arrancó, daba direccionales, luz de freno, pero la luz principal no arrancaba. Fuimos por dos focos y una cinta y se los pegamos para llegar, porque era de noche y luego nos dimos cuenta que lo que le hacían falta eran dos fiuses.
-¿Entonces le salió cómodo el negocio?
Sí, no quiero entrar en montos, pero ahora para mí el carro incluso ya no tiene valor, yo le comentaba a mi familia, mi esposa y dos hijas de doce y ocho años, que ese carro de la casa no sale más. Llegó para ser chineado y acá se queda. Dije que cuando yo me muera me entierran con él y me dice la mayor, ‘no, no, ese carro me lo dejo yo cuando usted no esté'. Ya todos le tomamos mucho cariño.
-¿Le tocó meterle mucho para restaurarlo?
Sinceramente, sí. Como yo trabajo en enderezado y pintura, eso lo hice yo y lo pude pintar como lo tengo ahora, hace como seis meses. Lo tuve como cinco meses parado en la restauración de la lata y lo que necesitaba para alistarlo para pintura. Le dábamos todos los días. Tenía partes que estaban oxidadas y hubo que recortarlas y hacerlas con lámina nueva. Al carro también se le cambió el diferencial, se le hizo un overhaul al motor porque ya había perdido fuerza.
-¿Por qué la idea de pintarlo con dos colores?
A mí desde pequeño siempre me gustó el enderezado y pintura, yo los carros de juguete que tenía los despintaba y mis papás me compraban pintura en spray para yo pintarlos en otro color y siempre me llamó la atención pintar en dos colores, por eso dije que cuando tuviera un carro que me quisiera dejar, lo haría como yo quisiera. Es una idea que traigo desde hace muchos años. Originalmente él era verde, pero en los papeles salía azul, por eso lo dejé así en su mayoría.