La imagen de Jordan Henderson levantando la Champions en el Metropolitano y rompiendo a llorar junto a su padre es la recompensa a años de sufrimiento, que superaron gracias a una “Futbolterapia”.
Los 11 millones que el Liverpool pagó al Sunderland en el verano de 2011 por Henderson levantaron grandes expectativas. “Es un buen fichaje. Esperemos que sea el próximo Gerrard”, dijo el propio Steven Gerrard.
Por el camino, sin embargo, las cosas se torcieron en lo futbolístico y en lo personal.
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En 2012 estuvo a punto de ser traspasado al Fulham en un intercambio con Clint Dempsey y en 2013 recibió una noticia aún peor: su padre Brian sufría cáncer de garganta.
Un cáncer que su padre trató de esconderle hasta que la radioterapia hizo estragos.
"Es muy orgulloso y no quería que lo viera cuando estaba en tratamiento por su aspecto. Para mí fue un shock porque nunca había tratado antes con algo así. Reconozco que eso me hizo más hombre”, reconoce “Hendo”.
El capitán del Liverpool, sin embargo, tenía la mejor medicina para su padre: “La única manera que tenía de ayudarle era jugar bien el fin de semana porque sabía que me estaría viendo”.
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No es de extrañar que, tras ganar la Champions, Henderson corriera hacia su padre: “Lo ha pasado muy mal en los últimos años. Estoy encantado de poder llevar esta medalla a casa para él y mi familia. Seguro que este trofeo es bueno para la salud”.
“Estoy muy orgulloso. He roto a llorar, he empezado a temblar”, aseguraba Brian antes de desvelar la promesa que Henderson le hizo cuando le llevó a ver la final de Champions de 2003 entre Milan y Juve.
“Me dijo: ‘Papá, un día jugaré una final’. Y no lo ha logrado una vez, sino dos, y esta la ha ganado. Estoy absolutamente encantado”, reconoció el orgulloso padre que seguirá con un mejor ánimo sus tratamientos.