Javier Rosales, jugador de San Carlos, tocó fondo cuando llegó una de tantas veces de madrugada y sus hijos le dijeron: “Otra vez borracho, papi”.
Esas palabras le llegaron al alma al jugador de 30 años, quien a partir de ese momento, tomó un par de decisiones que cambiaron el rumbo de su vida: dejar el licor y entregarse a Dios.
Sin embargo, las secuelas del alcohol le pasaron factura. La mamá de sus hijos, Keylin Juárez, decidió tomar otro rumbo. Hoy, Rosales se muestra arrepentido, enderezó su vida, le pide perdón y quiere ser un ejemplo para sus hijos, Eithan Jared, de 8 años, y Noah José, de 4 añitos.
Rosales abrió su corazón a La Teja, contó por lo que ha pasado y hoy tiene intactos, pero con más energía y compromiso, sus sueños personales y profesionales.
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“El tema del alcohol me llevó a tomar malas decisiones, perdí seres importantes, como la mamá de mis hijos y a mi mejor amigo. Pero hace un tiempo entregué mi vida a Dios y ahora, gracias a Él, siento que las cosas están saliendo bien”, manifestó.
Lo de Rosales está a flor de piel, pues hace apenas mes y medio decidió dejar el licor y recordó el punto de inflexión que lo llevó a tomar al toro por los cuernos y cambiar.
“No es que era alcohólico, pero sí tomaba. Tomé la decisión de entregarme a Dios, sentirme en paz conmigo mismo, tener el corazón sano, lleno de fe y fortaleza, y ser un ejemplo para mis hijos, que van a crecer sin mamá y papá juntos. Eso es difícil para ellos”, dijo.
“El momento en que decidí cambiar fue una vez que llegué de madrugada y mis niños me dijeron: ‘Otra vez borracho, papi’. Eso me llegó al alma y me llevó a tomar esa decisión.
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“Es un tema superado y ahora hago las cosas de otra manera, estoy en paz y eso es lo más importante. Estoy agradecido con Dios por lo bueno y lo malo que me ha pasado y por estar con usted contando esto”, manifestó.
Una de las personas a las que más le tiene agradecimiento y aprecio es a la mamá de sus hijos, quien estuvo siempre con él y no lo abandonó en las malas. Sin embargo, decidió tomar otro rumbo.
“Ella fue parte importante en mi vida, estuvimos nueve años juntos, en abril hubiésemos cumplido diez. La llevo en mi corazón. Ella me ayudaba a hacer mis necesidades, me llevaba la comida a la cama y fue el escudo que tuve. Le debo ese amor y cariño que me dio y le pido perdón”, expresó muy dolido el jugador.
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Rosales añadió que el tema del licor nunca le afectó en el terreno de juego, porque siempre fue profesional, pero tomaba malas decisiones.
Le debo ese amor y cariño que mio la mamá de mis hijos y le pido perdón"
— Javier Rosales, jugador de San Carlos
“El problema es que andaba por la noche y madrugada de fiesta. No era alcohólico, pero tomaba muy malas decisiones que no me llevaban a nada bueno. Decidí cambiar por mis hijos”.
Sus metas ahora están muy claras: sacar de trabajar a su mamá, doña María Yorleny Leal, y terminarle la casita. Además, ampliar la propia para que sus hijos tengan buen espacio. En lo profesional, su gran sueño es poder jugar con algún club grande.
El camino no ha sido fácil, pero hoy Rosales puede ver a sus hijos a los ojos con orgullo. Sabe que el pasado no se borra, pero también que cada día es una oportunidad para escribir una historia diferente.
‘Quiero que mis hijos vean en mí un ejemplo, que sepan que siempre se puede cambiar y salir adelante’, dice con convicción.
Javier dejó atrás las malas decisiones y ahora camina con firmeza, con Dios en su vida y con un objetivo claro: ser un mejor padre, un mejor jugador y, sobre todo, un mejor ser humano.