La adoración por el talento de Lionel Messi, abanderado de la Albiceleste, en sociedad con un Julián Álvarez en estado de gracia ante Croacia (3-0), hizo estremecer a los hinchas en las ciudades argentinas que celebran el paso a la final del Mundial de Catar 2022.
La euforia se transformó en multitudinaria manifestación que bajó como una marea desde los barrios hacia el centro de Buenos Aires. Llegaron al anochecer a pie, en autos, en vagones colmados del Subte (metro), en autobuses con gente colgada de los techos hasta rodear al tradicional Obelisco y armar un carnaval en la ancha Avenida 9 de Julio.
Los bocinazos, las trompetas y los tamboriles se acallaban cuando decenas de miles de jóvenes cantaban a coro el hit mundialista, hasta desgañitarse: “Y al Dieeeeego (fallecido Maradona), en el cielo lo podemos veeeeeer, con don Diego y con la Toooota (su padre y madre), alentándolo a Lionel”.
“Este Mundial lo sentimos como nunca. Por la muerte de Diego (en 2020) y porque es el último de Messi”, explica a la AFP un desempleado, Ramiro Monteiro, de 23 años.
Pablo Cardozo, jubilado de 74 años, se plantó frente a las pantallas y gritó: “¡Ganamoos, te quiero Argentinaaaa!”, en arenga a los más jóvenes de la cafetería-restó que lo aplaudían por su energía y compromiso.
La reacción en masa de decenas de parroquianos fue levantarse de los asientos y cantar el hit de Mundial: “Muchachooooos, ahora nos volvimos a ilusionaaaaar”, con la música de la banda de ska y pop-rock La Mosca.
Cardozo, convertido en líder natural, transmitió tanta fuerza que se potenciaron los alaridos de “¡goooolll!”, a voz en cuello, hasta la afonía, con los aciertos de Lionel Messi de penal, la guapeada de Julián Álvarez y la genialidad del capitán para servir en bandeja el tercero a La Araña. Fue el delirio.
“¡Amo a Julián!”, exclamó conmovida Emilia Salvo, de 23 años. A su lado Gabriela Perdiguez (26), administrativa, decía: “No puedo más de la excitación. ¡Esto es un sueño!”.
Una locura contagiosa
“Era un partido reduro. Son dos grandes selecciones. Me encantó Julián, que la rompió”, analiza Delfina Yacoy, de 22 años, una estudiante de Medicina, en la terraza de una pizzería estallada de felicidad en el corazón del barrio Clínicas.
Ubicado en una zona capitalina con varias universidades, el Clínicas tiene la mayor concentración estudiantil del país.
“Esto parecía más complicado que otras veces”, temía otra estudiante, Clara Cerdeira. “Croacia venía de eliminar a Brasil, una de las favoritas”, acota.
“¡Nico Otamendi y Cuti Romero son dos leones!”, se enfervoriza Rodrigo Sarcino, de 24 años, empleado de un supermercado, en la terraza de una heladería que tiembla con la gritería.
La locura albiceleste es contagiosa. En una popular playa de Mar del Plata (sur), se reunieron miles flameando banderas y sombreritos de arlequín frente a una pantalla gigante. Es la tierra natal del arquero Emiliano “Dibu” Martínez.
No hay rincón del país donde no se palpitara la semifinal. En Rosario (natal de Messi), desde Ushuaia (extremo austral) a La Quiaca (norte).
Messi corazón
En medio de la pasión y la tensión, el historiador Felipe Pigna le señala telefónicamente a la AFP: “Messi entró en el corazón de los hinchas. Es una persona muy querible y demostró dotes de caudillo. Se puso al hombro al equipo.
“Las bromas y cruces que tuvo con Países Bajos son picantes y son las que le gustan tanto al hincha argentino, lleguemos a donde lleguemos en el Mundial. Lo de vulgar (aquel “¿Qué mirás bobo?” a un rival) es un elogio. Es absolutamente popular”.
Tanto impacto causó el “¡Andá pa’llá (vete)!” de Messi al entrometido neerlándes Wout Weghorts, tras la victoria en cuartos (2-2 y 4-3 a penales), que hay quienes ya lucen las nuevas camisetas con esa leyenda que se fabricaron con oportunismo y rapidez de rayo.
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