“Nunca subestimes el corazón de un campeón”, así de claro fue el entrenador estadounidense Rudy Tomjanovich después de que los Houston Rockets conquistarán el bicampeonato de la NBA en 1995.
El corazón de un campeón está lleno de poder y orgullo, convencido que mientras tenga vida nada le es imposible por más que la estadística, los pronósticos o las opiniones de otros digan contrario, lo único que necesita es creer en sí mismo, así como es Saprissa.
La 38 conseguida este domingo luego de hincar a su archirrival con un 3-1 (en el que le pasó por encima tanto en lo futbolístico como en la mental) es una muestra más de su ADN, de su identidad.
Esto es Saprissa, esto es el Monstruo, esto es el bicampeón, el equipo más ganador del fútbol de Costa Rica, el que inventó las noches mágicas, el que siempre tiene una vida extra para salirse con la suya.
Una vez más la Cueva demostró su poder, ese estadio tan temido a nivel de Concacaf, en el que los gringos Alexi Lalas y Landon Donovan les tiemblan las piernas de solo escuchar su nombre como si se tratara de jugadores manudos que a la hora grande, una vez más fueron a Tibás a morir.
Por más que caigan mal o parezcan arrogantes o crecidos al nunca darse por menos, eso es por un carácter ganador que terminan respaldando en hechos. Es la verdad y al que no le gusta es porque no conoce el fútbol nacional.
Jamás un equipo que había perdido la final de la segunda fase se logró reponer para ser campeón. Jamás un equipo que había perdido el primer partido de la gran final por un gol logró ser campeón. Jamás, jamás, a Saprissa nunca le digan jamás, esa es la energía de la que se alimenta el Monstruo.
Vean la previa de la mejenga, en la que al mejor estilo de Dragon Ball casi 20 mil almas dieron sus vibras para los suyos y eso que que minutos antes cayeron malas noticias con la lesión de Youstin Salas por lo que Jaylon Hadden que no estaba en convocatoria, lo tuvo que sustituir.
Y es que en las finales, Vladimir Quesada en todas las mejengas tuvo un rompecabezas por resolver, la expulsión de David Guzmán en el primer juego de la final de la segunda fase obligó a las variantes, y Salas había tomado un rol protagónico.
Nadie quería perderse la final, tan así que hasta Keylor Navas tomó un avión desde Inglaterra y este domingo estaba en un palco en la Cueva viendo al equipo de sus amores, o al menos del que salió.
El que perdona...
Los primeros quince minutos no fueron esa presión incesante de la S que muchos se imaginaban, la Liga estaba bien parada, administrando con inteligencia la ventaja que consiguió el jueves en el partido de ida cuando triunfó 1-0.
Todos las finales tienen un momento, una jugada que marca las cosas y esa sucedió a los 16 minutos cuando el nombre de Johan Venegas estuvo en la boca de todos los manudos, pero Dios libre les digamos lo que habría dicho más de uno.
Carlos Mora se hizo un jugadón, se llevó una bola desde la media, se quitó dos marcas y le filtró un pase al Cachetón que lo dejó solo de cara a marco y desde que tomó la bola, fueron todas malas decisiones de su parte.
Tuvo para tocarla de derecha sobre el achique del portero Kevin Chamorro, no quiso, buscó quitárselo, allí se complicó un mundo, le tocaron la pecosa, le volvió a quedar, se la pudo volver a poner a Mora que venía entrando, pero casi sin ángulo tiró y se la comió.
Todos se agarraron la cabeza en Alajuelense y con eso se vino abajo la confianza del equipo, aparecieron todos los fantasmas.
Tres minutos después Warren Madrigal abrió el marcador con un remate de izquierda luego de una bola que le bajó Javon East en el área. Un bombazo anímico por lo que acababa de pasar.
Saprissa se fue como un tiburón que olió sangre sobre su presa, en dos minutos obligó a Leo a dos paradores y a los 25 un pase preciso y precioso de Mariano Torres a Javon puso el 2-0.
Que cosas del fútbol, un jugador descartado en algún momento, que se habló más de él por polémicas extra cancha se terminó robando el show en la final.
El León quiso reaccionar, al 40 Chamorro sacó un tirazo de López, luego otro remate casi a quemarropa de Pipo González, pero no hubo de piña.
La final parecía liquidada a los 46 del primer tiempo, Luis Paradela la echó adentro casi de carambola luego de un centro de Warren, Javon la pegó al palo y el cubano la envió al fondo en el remate.
Para el segundo tiempo, el Monstruo tenía todo controlado hasta que un penal sancionado por Pedro Navarro le metió una cuota de picante y dramatismo cuando señaló un penal de Pablo Arboine por un agarrón sobre Giancarlo González, el cual con seguridad Celso Borges anotó a los 76.
La cosa no pasó de ahí, del momento incómodo, pero el descuento manudo llegó muy tarde, cuando quedaba poco tiempo y no tenía la tranquilidad para manejar una situación que los superó.
Y colorín colorado, mientras otros siguen celebrando partidos y fichajes, en Tibás siguen celebrando campeonatos, porque al final y el cabo, esto es Saprissa.