Fabrizio Malavassi se levantó antitos de las cuatro de la mañana para ponerse la chema roja de todos los ticos e irse directo al Costa Rica Beer Factory, un restaurante ubicado en barrio Escalante.
En ese lugar había reservado, para él y sus compitas, una cama. Sí, leyó bien, no una mesa, fue una cama. Los amigos, bien acostados y en medias, se tiraron la mejenga ante Serbia.
El hombre llegó todo emocionado por la Sele, pero esa contentera le duró 56 minutos del partido, porque cuando Kolarov nos metió ese pepinazo de tiro libre, comenzó a inundarlo una agüevazón tremenda, pero como estaba acostadito y hasta le habían llevado pintico con huevo y cafecito a la cama, pudo asimilar mejor el leñazo de la derrota.
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“La verdad llegamos bien y estamos bien parados atrás, este partido está para ganar, la tenemos, no veo a Serbia como un rival que nos pueda quitar el partido, esto lo matamos en el segundo tiempo”, nos dijo Malavasi al final del primer tiempo, cuando todavía tenía la ilusión del triunfo, después... mejor ni hablemos.
María Fernanda fue otra de las aficionadas que llegó con reserva de cama, llevó sus medias especiales de dormir y hasta una cobija, incluso se le notaba mucho menos estrés porque acostada como que las tortas de la selección le golpeaban menos.
“Veo bien a la Sele, me gusta como está jugando”, comentó en el medio tiempo, al final, mejor se acurrucó en su cama para echarse un sueñito.
Tremenda idea la del Beer Factory, que se unió con Colchones Jirón para lograr que, al menos hasta donde pudimos comprobar, los ticos disfrutaran del único lugar en que el partido de Costa Rica pudo disfrutarse en camas (además de las casas, claro está), por eso tuvo gran pegue el lema “No dejés la cama para ver la mejenga”, con el cual promocionaron la actividad cuando lanzaron la reservación de las diez camas.
Dolor profundo
Además de visitar barrio Escalante, nos fuimos a San Pedro de Montes de Oca, al bar Río, donde había tamaño poco de gente y casi ninguno estaba tomando cafecito con leche, sino que estaban bien contentos con unos tamarindos.
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Pero al final del partido si alguien nos partió el alma fue doña María Fernanda Hidalgo, quien al ver la pizarra final de 1-0 en nuestra contra, no pudo aguantar y se puso a llorar. No nos pudo decir nada del gran dolor y sus lagrimas eran bien gordas.
Quien si nos habló fue su compañero Jorge Álvarez, no lloró porque se aguantó con todas sus fuerzas, pero quedó a medio moco de sacar el violín.
“Fue un partido bueno, se luchó el balón y se luchó cada jugada, pero es muy fuerte perder este tipo de juegos porque a mi criterio estaba para ganarlo.
“No me esperaba un resultado negativo, sobre todo por lo que vimos en la primera parte. Tuvimos el resultado en nuestras manos, pero nunca pudimos finalizar las jugadas que empezábamos, repito, es muy doloroso”, nos decía mientras consolaba a doña María Fernanda.
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Hicimos un recorrido por la fuente de la Hispanidad y mejor salimos corriendo porque nos dio miedo que nos asustaran, ahí no había ni un alma. En el centro de San José también el asunto estaba bien frío, las únicas personas que vimos iban en un puro corre corre para no llegar tarde a la misa de 9 de la mañana en la catedral metroplitana.