Con 13 años, ya estaba interesada en las más importantes universidades y equipos de la WNBA, el campeonato profesional femenino estadounidense: Gianna Bryant quería seguir el legado de su padre Kobe en el mundo del baloncesto, hasta que ambos murieron el domingo en un accidente de helicóptero.
Cuando fanáticos de Los Angeles Lakers le pedían que tuviera un hijo varón para que continuara su legado, Kobe Bryant sonreía.
Padre de Natalia, de 17 años y jugadora de voleibol, de Gianna, de Bianka (3 años) y de Capri (siete meses), él presentía que ya tenía a su heredera.
“Ella es algo especial cuando juega baloncesto", había asegurado el cinco veces campeón de la NBA.
“Cuando salimos y fanáticos se me acercan, mientras ella está a mi lado (...), y me dicen: ‘Tienes que tener un varón, tienes que tener a alguien que siga con tu tradición, tu legado’. Ella me dice: ‘Yo me encargo’", contó en 2018 en un programa especial de Jimmy Kimmel.
Gianna Bryant, cuyo nombre, como el de sus tres hermanas, remite a los años que pasó en Italia su padre cuando era un niño, se había convertido en su sombra.
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Ella le acompañaba a partidos de la NBA y de la WNBA, se entrenaba junto a él en el gimnasio de su casa y, además, él entrenaba al equipo de su escuela.
Pero cuando iban en helicóptero a un torneo en el que debía participar ese equipo, apodado el “Mamba Team", en referencia a uno de los sobrenombres de Kobe Bryant, ambos encontraron la muerte. Estaban acompañados de una de sus compañeras de equipo y de los padres de esta.
Misma personalidad
Según su padre, modelo de profesionalismo y exigencia durante toda su carrera, Gianna, a quien llamaba afectuosamente Gigi, estaba, al igual que él, encantada por el baloncesto.
“Lo que amo de Gigi es su curiosidad por el juego, es muy curiosa. En situaciones complejas durante un partido, ella tiene la capacidad de parar un momento y venir a hacerme una pregunta muy precisa, algo que no es común”, había explicado el emblemático número 24 de los Lakers al diario Los Angeles Times en octubre pasado.
“Es un privilegio ver sus movimientos y las expresiones que hace, es increíble cómo funciona la genética", añadió.
Gianna había vuelto a encender la pasión por el baloncesto de su padre, después de que el fin de la carrera de Kobe estuviera rodeada de lesiones graves y desilusiones deportivas con los Lakers.
Su recorrido ya lo tenía en mente: quería ir “a toda costa", según su padre, a la Universidad de Connecticut, referencia del baloncesto estadounidense, antes de probar suerte en la WNBA.
Su padre y su padrino Rob Pelinka, exagente de Kobe y director general de los Lakers, le habían arreglado encuentros con estrellas y entrenadores del baloncesto femenino.
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Más allá de su reconocido apellido y ascendencia, sus aptitudes en la cancha llamaron la atención especialmente del entrenador del equipo LA Sparks, la franquicia de baloncesto femenino con base en Los Ángeles.
“Tienen la misma forma de actuar y la misma personalidad", había asegurado Derek Fisher, excompañero de equipo de Bryant en los Lakers.
También había heredado un apodo inspirado en el sobrenombre “Black Mamba" de su padre: para muchos, ya Gianna era “Mambacita”.