Después de casi 17 años de haber debutado en la primera división, el capitán rojiamarillo Pablo Salazar dijo adiós este domingo a las mejengas oficiales en estadio Eladio Rosabal Cordero frente al Árabe Unido de Panamá por la Copa Premier Centroamericana.
Durante esa carrera, llena de éxitos y de momentos tristes, como es normal en la vida de un deportista, la familia suele ser la más sacrificada, pero a la postre el motor que lo impulsa a superarse para darle la mejor calidad de vida posible, como lo reconoce Elena Hidalgo Amores, esposa del capi florense.
–¿Cómo fue vivir durante tantos años sin tener a su esposo los fines de semana o días festivos?
Tras estos 17 de ver la carrera de Pablo, puedo decir que no es fácil, pero es su trabajo y cada minuto de sus participaciones los hemos vivido al máximo. Acepto que al principio no fui una amante total del fútbol, pero sí tengo claro que Pablo es y será un ganador toda su vida.
–¿Manejó mucho estrés en determinado momento?
Claro que sí, porque el fútbol no es nada fácil, es como una montaña rusa, con un montón de sentimientos diferentes en cuestión de segundos. Muchos creen que es muy bonito porque son pocos minutos al día, pero son muchas horas de entrenamientos y de partidos.
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–¿Pablo Salazar se perdió muchos momentos especiales de la familia debido al fútbol?
Cuando nació nuestra primera hija, María Paula, él estaba entrenando en Cartago y apenas terminó agarró el carro y se vino para San Carlos, porque como yo soy de ahí y tomé la decisión de que ella naciera ahí. Lo mismo ocurrió con la llegada de Valentina, pero en ese momento Pablo jugaba con Liberia y entrenó con el equipo, pero había una cesárea programada para las dos de la tarde y tuvimos que atrasarla hasta las cuatro para que él llegara. María Paula nació en el hospital de San Carlos, en un parto normal, mientras que Valentina vino al mundo por cesárea en una clínica sancarleña.
–¿Cómo hace cuando Pablo no está?
En la calle hay gente que a veces piensa que soy soltera, porque casi siempre me ven sola con mis hijas, pero cuando les explico, entienden lo que sucede.
–¿Cómo hace Pablo para estar al tanto de usted y de sus hijas cuando no está?
A través de llamadas normales o videollamadas, él siempre está al tanto de lo que hagan ellas, porque hasta el día de hoy no ha podido compartir miles de momentos con ellas.
–¿En algún momento sintió temor de que ese tipo de vida afectara la unión familiar?
Por supuesto que sí, pero nosotros construimos esa familia bajo la mano poderosa de Dios, porque Él es nuestra roca, pero no es fácil aguantar muchas cosas, como las humillaciones, el estrés, escuchar a tus hijas llegar de la escuela y que te pregunten sobre los insultos contra su papá, en fin.
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–¿Cómo han sido estos días antes del adiós de Pablo?
hemos estado muy sensibles, viendo videos. Además, los aficionados nos envían mensajes hermosos.
–¿Qué acostumbraban hacer antes de cada partido?
Desde que eramos novios, yo no era muy amante del fútbol, por lo que no iba mucho al estadio y prefería quedarme en la casa, ver los partidos y analizarlos.
–¿De qué forma analizaba el accionar de Pablo en la cancha?
En una libretita apuntaba los minutos en los que tenía participación y describía si había fallado o hecho algo bueno y fue así como me fui metiendo en su trabajo. Lo mejor es que al terminar sus entrenamientos o partidos, la primera llamada que hizo siempre fue para nosotras.
–¿Al final se acostumbró a querer al fútbol?
Lo respondo así, le doy gracias a Dios de no haber tenido un varón, porque de seguro me hubiera muerto, ya que mi esposo es un apasionado de lo que hace.
–¿Vivió noches feas debido a los partidos?
Sí claro, a veces legaba con los dedos sangrando y yo salía corriendo en las madrugadas para buscar medicinas. Una vez antes de una final, él hervía en fiebre, pero se recuperó gracias a la pasión de poder estar en esos juegos. Por eso me enamoré más de Pablo y lo de que hacía.
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–¿Dónde se imagina a Pablo fuera de las canchas?
Debido al fútbol llegó un momento en que los dos no podíamos estudiar. Pablo no tenía su bachillerato y yo estudiaba derecho en la universidad, por lo que hablamos y decidimos actuar, eso fue en el 2008, así que él se puso a estudiar, sacó el título y siguió estudiando hasta graduarse en Administración de Gestión Deportiva y a la vez tomó el curso para obtener su Licencia A como técnico.
–¿Cómo hacía Pablo para estudiar y cumplir con el fútbol?
Esto se dio cuando nos devolvimos de Liberia. Él se levantaba, se iba a entrenar, regresaba, dormía un poco y salía a estudiar. También llevaba clases de inglés, en realidad su descanso era mínimo, pero había que hacerlo así para estar preparados para el futuro y sé que gracias a eso él llegará hasta donde se lo proponga, eso sí ligado al fútbol.
–¿Cuál fue el mejor momento para Pablo en su carrera deportiva?
El título conseguido en el Saprissa, porque siempre me decía, que le faltaba levantar una copa en el estadio Saprissa y él día que eso se dio fue totalmente especial y espectacular.
–¿Cómo pasaron el año que Pablo jugó en México?
Fue un año difícil, hubo situaciones especiales con una de mis hijas y solo nosotros como familia tenemos claro cómo logramos superar ese momento.
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–¿Todas estas pruebas les enseñaron a mantenerse unidos?
Eso nadie lo puede poner en duda, porque cuando me caigo por algún aspecto, él de inmediato está a mi lado o al revés. Él es como una roca, siempre dispuesto a luchar y eso nos los transmite de lleno.