Un Ford de 1930 aún engalana las calles de Costa Rica con su elegancia y estilo, y es todo un sobreviviente que, casi por un siglo, ha aguantado el paso del tiempo en gran forma y que ha marcado la historia automotriz del país.
La frase no se dice porque sí nada más; la placa de este chuzo es la ocho, o sea, fue el octavo vehículo que se registró en la historia de Tiquicia, un detalle que, ya por sí solo, lo hace más que especial.
Equipado con un motor de cuatro cilindros, carrocería convertible o cabriolet, y su inconfundible diseño con aros de rayos, mantiene en su estado original y es uno de los consentidos de su dueño, el empresario josefino Juan Carlos Rojas.
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“Lo que más llama la atención es justamente eso; por un lado, está el carro y por el otro está la placa, que ya es un atractivo por sí sola. Cuando saco el auto o he dicho la placa, siempre tiene que ver con alguien. Me han parado hasta para preguntarme si es la placa original del carro”
“Cuando lo llevo a Dekra se sorprenden y todos me preguntan, pero ven que el motor coincide con la placa y que todo está en orden, es parte de ese atractivo”, destacó.
Don Juan Carlos nos dijo que hasta lo han parado oficiales de tránsito para ver la nave y hasta para verificar que, realmente, sea esa placa, sorprendidos al verlo, pero al final lo único que quieren es observarlo más de cerquita.
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La nave es un proyecto al que Rojas le ha metido mucho cariño; hace diez años la consiguió y ha sido un riguroso proceso de mantenimiento y restauración.
“El carro era de un señor de Barrio Luján, que lo tuvo por muchos años y se lo vendió a otro señor que yo conozco. Él lo restauró, hizo un gran trabajo y el señor, así que lo tenía a tiempo, lo quiso vender. Fue cuando hablamos y lo compré.
“Para mí fue una oportunidad especial, porque mi papá durante los ochenta tuvo la opción de comprarlo y no lo hizo. En aquel momento no se concretó el negocio y ahí quedó. Pasaron los años y cuando volví a ver el carro con la placa ocho, lo reconocí. Yo conocí este carro en 1985 o 1986″, explicó.
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La ventaja de esta ocasión, es que al comprarlo, estaba en muy buenas condiciones, entonces no hubo necesidad de hacerle trabajos muy profundos o de cambiarle la cara, por lo que le hizo nada más algunos detallitos.
“Le cambié las llantas por unas banda blanca, porque traía llanta negra; básicamente, fue eso y otras cositas menores, pero es que estaba bien restaurado, entonces me basé en eso”, añadió.
Al carro le han aparecido muchos novios que le han ofrecido muchos millones, pero por recordarle a su papá, don Juan Carlos tiene un valor sentimental por él, razón por la cual le es difícil desprenderse de esta joya, nos comentó.
El chuzo llama tanto la atención que, incluso, estuvo en exposición durante la Expomóvil, lugar al que le llegaron con más ofertas, que como buen empresario, no está cerrado a escuchar, pero tiene que ser algo muy, muy tentador.
“La gente del banco (stand en el que estaba el carro) tiene como diez tarjetas de mensajes de que quieren comprar el carro. Yo lo llevé para exhibirlo y lo que menos pensé es que iban a salir personas que lo quisieran”, finalizó.